Villafranca nace a comienzos del siglo XIV, continuando con
el empuje repoblador posterior a la batalla de las Navas de Tolosa. Dentro del
Priorato de San Juan, se configura como un pueblo de nuevos pobladores que
seguramente siguieron las pautas que explica Miguel Ángel Ladero Quesada[1]:
Los pobladores fueron todos nuevos –no
había población ya instalada- y procedieron de las diversas regiones del reino
de Castilla; más adelante, acudirían grupos de musulmanes mudéjares,
posiblemente del valle del Guadalquivir y Murcia (…) La colonización se
organizó mediante cartas – pueblas y, posteriormente contratos agrarios, que
completaban las disposiciones generales de los fueros (…) el lote básico de
cada nuevo poblador fue una yugada de tierra de labor (de 32 a 35 ha), una
aranzada para viña y huerta (1/60 de yugada, en torno a media ha), solar para
casa y participación en los aprovechamientos en tierras comunales. Sabemos
que hubo algunos núcleos de población musulmana estable en torno a una fortificación
como Consuegra o Alcázar. Entre ambos también hay testigos de la existencia de
alquerías regadas con norias de grandes dimensiones.
Después de la victoria cristiana de las Navas de Tolosa, la
tierra llana de la meseta sur deja de ser zona de conflicto y la Orden de San
Juan es la encargada de repoblar lo que será el Gran Priorato de San Juan de
Castilla y León. La fórmula en todas las nuevas poblaciones fue la misma:
entrega de un lote de tierras en propiedad, huerta y solar bajo la autoridad de
un señor eclesiástico, la Orden de San Juan de Jerusalén en la persona del
Prior, este contrato se escribe en una Carta Puebla por cada nueva población.
Que será el encargado de recibir las rentas que produzcan nuevas pueblas y con
el tiempo villas: dos tercios de los diezmos y otras rentas señoriales
(Alcabalas, Portazgos, Martiniega y otras).
Villafranca no conserva su carta puebla y su fundación es
posterior a las pueblas vecinas de Quero, Alcázar, Herencia y Camuñas, sus
colonos tuvieron una ayuda extra en la exención de impuestos, según se relata
en las Relaciones de Felipe II, al
principio fue declarada franca por seis años. En el siglo XIV la presión
demográfica era menor aunque la llanura que ocupaba la nueva población gozaba
de la proximidad de tres ríos el Amarguillo, el Gigüela y el antiguo cauce del
Riánsares y de la cercanía de dos lagunas salinas que aportan pesca y carrizo
en los años de lluvias.
En 1557 consigue su privilegio de villazgo, reinando Felipe
II. Aumenta así su autonomía de gobierno y su capacidad fiscal. Nombra sus
alcaldes, regidores y otros oficios municipales y administra justicia en
primera instancia.
La estimación[2]
de la evolución de la población en la Edad Moderna es la siguiente:
1561
|
1575
|
1591
|
1646
|
1693
|
1712
|
1752
|
1773
|
1787
|
|
VILLAFRANCA
|
1478
|
1800
|
1840
|
1576
|
2030
|
1740
|
2248
|
2242
|
2303
|
La base económica de los
villafranqueros ha sido fundamentalmente el campo, la producción cerealista de
trigo, cebada, centeno y avena, huertas con diferentes hortalizas, barrilla y
cebada, las viñas que han sido la base de una producción doméstica de vino y el
azafrán que siempre ha supuesto una ayuda extra al agricultor y al jornalero.
La producción de lana es otra venta importante con destino a los telares de
Toledo o a la fábrica de paños de Guadalajara, incluso en la localidad se
producían en los siglos XVII y XVIII tejidos de estameña muy apreciados en el
sur de España. El sector secundario está ocupado por las estameñas ya
mencionadas, las tejeras, pues las tejas de Villafranca han tenido siempre muy
buena fama, su barro y sus alfareros han fabricado tejas y alcahúces[3]
para todos los pueblos de la zona; cuatro molinos harineros de agua, situados a
lo largo del cauce del río Gigüela que durante los meses de invierno y
primavera molían gran parte de las cosechas cerealistas de particulares y
aumentaban las rentas de molineros y las del Gran Prior que se quedaba con su
maquila; los canteros que elaboraban piedras de afilar y asperones que se
han extendido por toda la Mancha y los maestros herreros forjadores de arados,
rejas, cerraduras, argollas que eran vitales para los trabajos de entonces. En el sector terciario contaba Villafranca con
la actividad de arrieros comerciantes y hortelanos viajeros, los explotadores
de la pesca y del carrizo de las lagunas, dentro de la villa, los escribanos,
los ministros del ayuntamiento, los panaderos, el carnicero, el maestro, el
médico y el barbero cirujano completan el retrato de este pueblo manchego.
Quedan por mencionar una decena, más o menos, de clérigos y el mismo número
aproximado de familias nobles que apenas se distinguen de los agricultores
terratenientes.
La vida de social de esta villa
ha gravitado en torno a la Plaza de la villa, donde confluyen la calles de
Herencia, de la Virgen y el Riato ante la fachada del Ayuntamiento, junto a la
Casa Mesón, cerca del Hospital de transeúntes, y en la Plaza del Atrio, en la
portada Sur de la Iglesia, lugar de tránsito de presbíteros, monaguillos,
mujeres puntuales en sus misas y de descanso de mayores y juegos de niños en
los muros soleados en invierno. Los meses de julio y agosto, las playas de la
laguna grande han proporcionado una zona de baño de hombres jóvenes y de
mediana edad a finales de las tardes tórridas, las mujeres también lo hacían de
manera recatada y apartada con el permiso de sus padres y maridos, según el
caso y contando con el mohín desaprobatorio del señor Párroco.
El siglo XIX removió esta vida
con los nuevos tiempos del liberalismo, la igualdad legal de los individuos y
las luchas políticas entre afrancesados y resistentes, moderados y
progresistas, conservadores y liberales. Otro aderezo fue el crecimiento
económico que trajo la generalización de las comunicaciones y la extensión del
cultivo de la vid, la producción de vino y alcohol con salida fácil desde la
estación ferroviaria de Alcázar.
La villa crece y mantiene esta
alza en todo el siglo XX. Este gráfico nos lo proporciona Mª del Carmen
Avendaño[4]
Una villa que merece ser conocida y repasar sus eventos
como sociedad viva. Es lo que pretendo con la actividad del Taller de Historia –
La Línea del Tiempo, que el próximo mes de octubre comenzará su segundo curso
de investigación, información, conocimiento, análisis y conclusiones sobre
nuestra historia y los hechos señalados de nuestro entorno próximo y lejano. Ya
nos veremos.
Félix Patiño Galán
[1] LADERO QUESADA, Miguel Ángel. La formación medieval de España. Territorios. Regiones. Reinos.
Alianza Editorial. Madrid. 2011. ISBN 987-84-206-5641-0. Pág. 231-233.
[2]
Recordamos: es una estimación sobre el número de
vecinos de los diferentes censos cuyos datos se encuentran en la página del INE
https://www.ine.es.
Los datos expuestos han sido elaborados por Taller de Historia – La Línea del
Tiempo.
[4]
AVENDAÑO POZO, Mª del
Carmen, Estudio histórico artístico de
Villafranca de los Caballeros. Madrid 1993.
Comentarios
Publicar un comentario