VILLAFRANCA Y EL AGUA 5 – LAS SOLUCIONES
Un pueblo
que es azotado una y otra vez, que en 15 años sufre 9 inundaciones que van
superándose en intensidad, es un pueblo asustado, sin la alegría necesaria para
encarar el futuro con ganas de prosperar.
Villafranca
ha sido siempre un pueblo trabajador, sin miedo al esfuerzo. Entre los años
1786 y 1804 demostró su disposición a recuperarse e hizo gala de su principal
característica: la tenacidad.
Soporta una
inundación tras otra, y de todas se va recuperando, cada avenida es mayor que
la anterior, cuando aparecen los primeros muertos y la situación se agrava, el
Ayuntamiento suplica ayuda a las autoridades (Gran Prior, Monarquía,
Arzobispado). Ayuda económica, perdones de deudas e impuestos y ayuda de especialistas
para estudiar el problema y tomar medidas que solucionen este problema
recurrente.
Mientras el
Gran Prior fue el infante don Gabriel (1766 a 1788), hijo de Carlos III,
ilustrado, permeable a las necesidades de todos los habitantes del priorato,
las reformas y las mejoras florecieron en todos los lugares. Villafranca no fue
una excepción: se reedificó y amplió la Iglesia Parroquial, se inauguró el
primer cementerio de esta villa en un terreno aledaño a la ermita del Cristo,
se reformo el edificio del Pósito, se evitaron las riadas del Riánsares, se
construyó el puente sobre el Amarguillo, entre otras obras. También reconoceremos
su gestión en las demás villas del priorato y en una obra general que pretendía
transformar el paisaje de la Mancha: El Canal del Gran Prior o del Guadiana.
Don Gabriel
muere en diciembre de 1788, su sucesor es su hijo don Pedro, de dos años de
edad. Su tío y tutor, Carlos IV, lo envía a la corte portuguesa con su familia
materna y el rey queda como administrador y dueño del priorato. Con este
movimiento cambia la política en nuestro entorno. El bailío Miguel Cuber es
sustituido por Jerónimo de Mendinueta, menos predispuesto a los gastos. Además,
las arcas del estado no estaban en sus mejores días, las cosechas no eran buenas
y el gobierno de Madrid miraba a Francia con recelo y temor (recordemos que en
1789 comienza la Revolución Francesa) y la guerra se veía como algo seguro.
Mientras
tanto, Villafranca continúa soportando sus castigos del cielo, 1791, 1799,
1801, son los tres últimos latigazos que culminan en un 14 de septiembre que
arrasa con la esperanza y la posibilidad de un futuro para esta villa. Ante los
cienos que han encharcado lo que antes era Villafranca, la Administración del
Antiguo Régimen se toma en serio la posibilidad de que este pueblo desaparezca,
y con él, los diezmos e impuestos que ha pagado fielmente durante mucho tiempo.
Las
actuaciones para solucionar el problema de las riadas en Villafranca, llegaron
poco a poco. La separaremos por etapas:
1ª actuación: Separación de las aguas del río Riánsares. El
infante don Gabriel, conjuró el problema de las inundaciones de Villafranca por
el norte. El río Riánsares fue unido al Gigüela antes de llegar a las lagunas,
a la altura de la laguna del Taray. Encontramos este dato en un informe del
Ayuntamiento, hecho en 1799, dirigido a su sucesor don Pedro:
(…) se acuerdan los vecinos de Villafranca
que el glorioso progenitor de VA, en otros tiempos supo, con su protección
poderosa libertarles de igual peligro, separando las corrientes de Riánsares
que fluían desde el río Gigüela por la dehesa y lagunas (…)[1]
No conocemos la fecha exacta de esta actuación ni sus
pormenores, sí que fue antes de 1786, pero el Riánsares dejó de ser un problema
para Villafranca al desaguar directamente sobre el Gigüela antes de pasar por sus
cercanías. La última vez que vimos su antiguo cauce lleno de agua fue el 1997,
año de abundantes lluvias, como muestra la fotografía del intrépido Eleuterio
Moreno.
2ª actuación: La limpieza del cauce del Amarguillo y el puente
sobre el camino de Herencia. En 1788, el bailío don Miguel Cuber da órdenes
a los ayuntamientos de Consuegra, Madridejos, Camuñas, Villafranca y Herencia
para que todos procedan a la limpieza, profundización y enderezamiento del
curso del Amarguillo. Esta orden acarreaba el problema de la financiación que
corría a cargo de los propietarios de las tierras ribereñas como principales
interesados, la ausencia de caudales en los pósitos y los pocos bienes y ganas
de los afectados entorpecieron el desarrollo de las obras. Aquí, la villa de
Villafranca tuvo una actuación ejemplar y encauzó su parte de río antes que las
demás.
El infante don Gabriel, ya mencionado, consideró
indispensable, la construcción de un puente sobre el Amarguillo en el camino
real que lleva a Herencia. A comienzos de 1788, Francisco Sostre hace los
planos y condiciones y son visados por Juan de Villanueva[2].
La construcción se adjudicó a los maestros alarifes de Villacañas Matías y
Emeterio del Pozo en el precio de 7400 r v. La obra fue del gusto de Sostre y
Villanueva, de manera que a petición de los constructores se les entregaron
otros 900 r v, ya rematado el puente. En las imágenes se pueden contrastar el
proyecto y la situación actual del puente.
3ª actuación: El plan definitivo. Después de los desastres
de septiembre 1791, Francisco Sostre vuelve a Villafranca para examinar el
terreno y proponer un plan de obras integral. Plan que queda perfilado en
agosto de 1800, revisado por el arquitecto real Juan de Villanueva. El
presupuesto total asciende a 204.500 r v y consiste en los siguientes puntos:
ü Desvío del Riato y desecación
consiguiente de este cauce que corre por el centro del pueblo. Se abriría un
cauce alternativo por el sur, a cierta distancia del núcleo urbano, excavándolo
desde la ermita de san Antón a la de san Blas y más allá hasta el desaguadero
(comienzo de camino de las Ollas), al tiempo que se formaría un espaldón o malecón para salvar al pueblo.
(…) un espaldón o dique de tierra que
intentan construir para contener las aguas y libertar al pueblo de nuevos
peligros por tener seguras sus personas, aunque las campiñas queden expuestas a
ellos.[3]
El coste
estimado de esta obra es de 34.650 r v, se espera la aportación del prior de
22.650 reales que, con el tiempo reintegrarían los vecinos por vía de arbitrios
y un “socorro gracioso de SA” de 12.000 r v.
ü El
aumento de otros dos ojos del puente
sobre el Amarguillo del camino real de Herencia. Para el que se presupuestan
110.000 r v. Es evidente que esta obra no se llevó a cabo. En el informe se
propone que sea costeado por la dignidad prioral y por la arzobispal, a razón
de 2/3 y 1/3 cada una.
ü La
construcción de un segundo dique o malecón
a lo largo del cauce del río desde el paraje del Atajadero (vado por el
camino de la casa del Marto) a más allá del puente del camino de Herencia. Con
este dique en la orilla izquierda del río se pretendía salvar la zona de
huertas y viñas con sus producciones. Este malecón, proyectado por los mismos
Sostre y Villanueva, sería costeado por los cultivadores de las tierras
próximas al río en razón de la parte que les afecte y el Pósito municipal
pagaría la parte de los caminos y tierras comunales.
Las
propuestas de Sostre, los vistos buenos de Villanueva, los presupuestos
considerados siempre elevados, las consideraciones del administrador
Mendinueta, las demoras del arzobispo ante las exigencias de que debe pagar la
tercera parte de los gastos (ya que percibe la tercera parte de los diezmos),
las arcas del reino y del priorato vacías y el natural económico y ahorrador
del administrador, consiguieron que llegase septiembre de 1801 y sólo se viese
acabada una parte del malecón del pueblo.
Ya sabemos
lo que ocurrió, nos encontramos con un pueblo arrasado por el lodo y con unos
pocos villafranqueros viviendo a la intemperie en el cerro del Santo. Los demás
han huido a pueblos vecinos y otros han perecido ahogados. De nuevo la realidad
se impone a las consideraciones de aquellos que han tenido la posibilidad de
tomar decisiones. Esta es una lección histórica que no deberíamos tomar a la
ligera. Aquellos que dirigen en el arte de la política deben mirar al futuro
sin dejar de mirar hacia atrás, la historia, próxima y lejana es una buena
maestra.
Es entonces
cuando el rey se muestra compungido por lo ocurrido en Villafranca y pone en
marcha todo el plan ya elaborado. Se paralizan las obras de construcción del
Canal del Gran Prior como dice Villanueva en abril de 1802:
(…) Todos los demás empleados que
no hagan falta para el resguardo y conservación de las obras de efectos del
Canal, deberán pasar inmediatamente a las villas de Tembleque y Villafranca
para asistir en aquellos pueblos a las obras dispuestas por SM, según se les
ordenare o como contemple puedan ser más necesarios y útiles a ellas. Y en
cuanto a caudales podría VS contar por parte de SA con la dotación señalada al
Canal, para distribuirla en las obras de Tembleque y Villafranca (…)[4]
Es ahora
cuando se utilizan todos los medios posibles para atender las necesidades de
Villafranca y de Tembleque que también fue afectado por las riadas de
septiembre. Hasta el Arzobispo de Toledo, dolorido por el sufrimiento del
pueblo de Villafranca, accede a pagar la tercera parte que le corresponde. Lo
prioritario fue acabar con las obras del plan, incluso se paralizó la
construcción del Canal del Guadiana, la financiación se estudiaría después. En
pocos años se terminaron los malecones y se encauzó de nuevo el río.
Como ya
dijimos, seguimos aquí, las soluciones existieron y las medidas necesarias se
tomaron, pero ¿hacía falta que muriese tanta gente? ¿Era necesaria la ruina
total de un pueblo? El Amarguillo no sólo amenazaba, destruía y volvía a
destruir, los gobernantes no quisieron darse cuenta de una realidad. Es posible
que la suerte de los pobres sea un poquito peor que la de aquellos que disponen
de más recursos.
Félix Patiño Galán
11 – 10 – 2019
[1]
APR IDG. Secretaría. Legajo 279. Informe del
Ayuntamiento de 29-09-1799.
[2]
APR IDG. Secretaría. Legajo 277.
[3]
APR IDG. Decretos. Legajo 9. Informe de don Pedro
de Novales a Mariano Luis de Urquijo.
[4]
APR IDG Secretaría. Legajo 79.
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