VILLAFRANCA ANTE LAS NECESIDADES Un vistazo histórico y caprichoso

 

Caridad: Actitud solidaria con el sufrimiento ajeno. Limosna que se da o auxilio que se presta a los necesitados.

Solidaridad: Adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros.

Emergencia: Situación de peligro o desastre que requiere una acción inmediata. (RAE)


En el pasado, los villafranqueros han vivido momentos de necesidad que han solucionado en grupo. En los últimos años me he dedicado a observar las huellas de nuestro pueblo y a descubrir momentos de su historia. Me he encontrado con situaciones de hambre, de enfermedad, de pobreza y de inundaciones que han marcado a un pueblo de gentes recias, acostumbradas a asentar sus pies en la tierra y mirar de frente a sus problemas.

                 No hace mucho, escuché una referencia a Villafranca como “un lugar en medio de ninguna parte” y algunos dicen que “nuestra historia no cuenta más que miserias”. Quizás lleven razón, los villafranqueros somos descendientes de hombres y mujeres que siempre han tenido que salir de su pueblo para conseguir cosas tan necesarias como la leña para sus casas o el agua potable mientras pagaban mansamente diezmos e impuestos a su señor feudal que es el Prior de San Juan y a su rey.

                Este pueblo, que se acostumbró a bregar en los momentos difíciles, nunca perdió su alegría, disfrutaba con los Danzantes que procesionan en el Corpus y su octava, a los que el Ayuntamiento invitaba a comer, les regalaba zapatos y los agasajaba con un refresco; se ponía sus mejores galas en la fiesta de la Asunción, a mediados de agosto, marcando el final de los trabajos de verano y los vencimientos de deudas; hacía lo propio en las fiestas de san Juan, de la Vera Cruz, de todos los Santos, Semana Santa, Pascuas y santos protectores de las ermitas.

                Es una comunidad más en el entorno del Campo de San Juan en la Mancha. Alegre, activa y humilde. Organizada, trabajadora y capaz. Históricamente ha demostrado sus posibilidades y hay muchos ejemplos de ello. Expongo aquí algunos hechos que demuestran su valía, caridad y resistencia.

 

Las respuestas a las inundaciones:

            En las últimas décadas del siglo XVIII, al tiempo que se daba un extraño fenómeno meteorológico conocido como oscilación Maldá[1], que alternaba sequías con inundaciones, Villafranca sufrió muchas veces el azote del agua descontrolada. Desde 1783 a 1801 hay documentadas 9 inundaciones en nuestro pueblo. En un año con las lagunas secas se podía vivir un otoño de inundaciones destructivas.

Ya he tratado estos momentos con la serie de artículos de Villafranca y el Agua, ahora centremos nuestra atención en la respuesta del pueblo ante esta emergencia:

1.- La actuación inmediata: Las autoridades del pueblo se organizan y movilizan todos sus recursos en pocas horas. Alcaldes, regidores, párroco, médico y alguaciles abren la Iglesia y el Ayuntamiento y se ponen al frente de equipos de voluntarios para salvar a personas aisladas, atender heridos, limpiar desagües y aliviar las aguas que discurren por el Riato. Un caso destacable fue septiembre de 1791 donde, además, se contó con la presencia de un destacamento de granaderos. Así lo explica un informe posterior del Concejo:

(…) al teniente coronel de Infantería, don Ángel Pedrero, que con una patrulla de granaderos que, a la sazón, se encontraba en esta villa, uno de los regidores de ella, teniente Cura y el Prior don Nicolás Manrique, con el escribano de este Ayuntamiento y todos de acuerdo, determinamos que para socorrer a los infelices, que ya en los campos naufragaban, tanto del pueblo como caminantes, montase a caballo, el expresado teniente coronel y el escribano, mandase la partida de voluntarios a caballo que también estaba en esta villa, quienes llevados de su celo (…) sin detenerse (…) atropellaron y bordearon las corrientes y lagos que ya venían con tanta crecida que regularmente andaban a nado.(…)[2]

 

2.- La caridad o la solidaridad individual de los más pudientes, propietarios de casas grandes y bien construidas, abren éstas a los necesitados, proporcionando techo y alimento.

3.- La ayuda del Administrador de la gran casa almacén del señor feudal: la Tercia[3],  Francisco Luján, que la abrió una y otra vez en cada inundación, durante semanas, alojando a decenas de villafranqueros y proporcionándoles comida, ropa y aseo. Parece que después tuvo sus “problemillas” para justificar estos gastos ante el Administrador del Priorato. Él siempre los consideró necesarios.

4.- Las limosnas a posteriori, en metálico provenientes del Gran Prior. Éstas son la respuesta a una serie de peticiones individuales que alzan al señor del pueblo explicando sus daños y sus necesidades. Hay varias solicitudes después de la de 1799[4]. José Alfonso Jiménez, maestro de primeras letras suplica una limosna a Su Real Alteza para mantener a su familia y poder recomponer su casa casi hundida por la fuerza del agua. José García Patiño Borreguero se ha quedado sin casa, sin ropa, sin trigo y sin cebada que se llevó la corriente y pide limosna para remediar su desdicha. Como estos hay muchos testimonios en el Archivo de Palacio. No tengo constancia de la respuesta oficial.

5.- La ayuda venida de los pueblos vecinos. Terminada la inundación de septiembre de 1801, la más destructiva, Villafranca quedó convertida en un lago de lodo. Muchos vecinos abandonaron el pueblo y fueron acogidos en casas de parientes y amigos de los pueblos vecinos. Una decena de religiosos se ausentó y prometió no volver si no se tomaban medidas que previniesen las inundaciones. Las casas de los pueblos de al lado estuvieron abiertas para los huidos de las ruinas de lo que fue Villafranca.

6.- La villa de Herencia: Durante todo el siglo XVIII la fortaleza de las relaciones económicas y sociales de los vecinos de Villafranca con los de Herencia fue constante. En las semanas siguientes a la devastación del 14 de septiembre de 1801, las familias que no tuvieron otra opción, se refugiaron en un campo improvisado de chozas en el cerro de San Cristóbal, al Norte, y se mantuvieron gracias a las continuas ayudas que llegaban de la solidaridad herenciana.

(…) si la villa de Herencia no hubiese acudido con socorros de pan, vino, carne, tocino, aceite y demás necesario, como todavía lo está haciendo (28 de octubre de 1801), habrían los más fallecido de necesidad; que de resultas se hallan todos los vecinos y habitantes de aquel pueblo, sobrecogidos de temor, pálidos y llenos de consternación (…)[5]

Las ayudas y la solidaridad llegaron a Villafranca por diferentes vías: organización interna, caridad vecinal, gobierno señorial y pueblos vecinos.

 

El hospital

                 Existió un hospital de transeúntes en la calle de la Virgen, fachada al E, lindando con las casas del Ayuntamiento. Bajo la advocación de Nuestra Señora de la Asunción, de la que había un oratorio en su interior, atendía a pobres y mendicantes.

  

               La Orden de San Juan siempre ha acogido peregrinos de Tierra Santa y nuestro Priorato nunca perdió su carácter hospitalario, en Villafranca como en otras villas, se mantuvo un hospital que atendía a los transeúntes necesitados de ayuda. Sólo disponía de una cama y de unas rentas cortas aunque recibía caridad de particulares. Muchos villafranqueros se acordaban del hospital a la hora de hacer testamento.

                Se sabe de su existencia gracias a documentos como las Relaciones de Felipe II de 1575, se cuenta en la cuestión cincuenta y cuatro:

(…) en esta villa hay un Hospital de Nuestra Señora el cual no tiene ninguna renta más de la limosna que los dichos vecinos dan para el reparo de los pobres que allí vinieren.[6]

                Otra referencia al mismo la encontramos en 1752 en el Catastro de Ensenada que en el Examen de peritos se refiere al hospital en la pregunta 30, con palabras como estas:

Dentro de la población hay un Hospital con la advocación de Nuestra Señora de la Asunción, para la curación y albergue de los pobres mendicantes. Se mantiene de las rentas de diferentes tierras que posee, las que anualmente importan 300 r v que se gastan en pobres y enfermos.

       Su función era atender a mendigos y enfermos sin recursos, especialmente a los llegados de fuera.

Los villafranqueros reconocidos como pobres eran atendidos por la caridad particular y de fundaciones como capellanías y memorias, eran asunto de la comunidad.

 

Las epidemias

                 En la última serie de artículos de epidemias y la resignación de los humildes, dimos un vistazo a algunas de las muchas epidemias que ha sufrido Villafranca. Peste en 1684, llagas en 1770, fiebres tifoideas en 1780-81, tabardillos[7] en 1798-99, cólera en 1855, viruela en 1910-11, difteria en 1914, sarampión en 1915, escarlatina en 1917 y gripe en 1918-19. Han existido muchas más, aunque estas son las que mejor conocemos hasta ahora.

                Cuando una epidemia se ha extendido por nuestro pueblo la actuación de la comunidad y la de sus responsables políticos ha seguido unas pautas similares:

1.- Los servicios médicos que se multiplican gracias al aumento de la cantidad de trabajo del único médico de la localidad, ayudado siempre por el cirujano oficial.

2.- Si la situación empeoraba, en el Antiguo Régimen se solía proceder de la siguiente manera: el Ayuntamiento en pleno con el Síndico y el Prior Párroco emitía un informe sobre los estragos de la enfermedad y pedía ayuda al Prior. Las respuestas que he encontrado van en la misma línea. La administración prioral contrataba un médico y un cirujano más y remitía ayudas económicas para medicinas y alimentos de los pobres. Existen rigurosos listados de pobres contagiados dignos de recibir las ayudas.

                Con el Estado liberal, después de las desamortizaciones, son el Gobernador provincial y la Diputación de Toledo quienes ordenan la atención sanitaria a través de las juntas sanitarias creadas en cada pueblo. Éstas dispondrán la atención médica, los fondos de alimentos y medicinas, las órdenes de aislamiento, de cuarentena y de higiene pública.

3.- En todo momento constatamos la solidaridad privada. Las donaciones de las familias más pudientes como en el caso de 1770 en que:

(…) los suplicantes, asociados a algunas personas caritativas del pueblo, han determinado a expensas de sus caudales, traer un cirujano de la villa de Dos Barrios.[8]

            Resumiendo, los servicios médicos habituales (el médico y el cirujano), el refuerzo de éstos y ayudas para medicinas y alimentos que la comunidad necesitará. En el siglo XIX, con la creación de la Junta de Sanidad Municipal, se toman medidas dictadas desde Toledo con la obediencia municipal: acopio de fondos económicos, medicinas y víveres, vacunaciones, consejos de actuación individual y en grupo, desinfecciones de lugares comunes, aislamientos y cuarentenas.

 

El miedo al hambre. La revuelta.

                 A finales de junio de 1789, el pósito de Alcázar de San Juan está vacío, sus administradores obtienen licencia para trasladar, en concepto de préstamo, 300 o 400 fanegas de trigo del pósito de Villafranca. Las autoridades del priorato así lo deciden y lo justifican como una manera de aliviar las necesidades del pueblo de Alcázar y una oportunidad para la renovación de las reservas del pósito de Villafranca.

                También cuento este momento en el artículo sobre la revuelta de las mujeres. Madres, esposas y viudas de Villafranca se unieron durante dos días seguidos haciendo sonar las campanas de la torre para llamar a la movilización; acosando “pacíficamente” y paralizando los movimientos del comisario, los operarios y la guarnición enviados desde Alcázar para llevarse el trigo; manteniéndose alerta para impedir la entrada de tropas desde Herencia y admitiendo a frey don Alfonso Luján como mediador[9].

                Consiguieron su objetivo, el trigo no salió de Villafranca. Éste es un momento de emergencia, una magra cosecha y un pósito “tiritando” no aconsejaban quedarse sin reservas de alimentos. Por ello, después de mandar a padres e hijos al trabajo, ellas tomaron la iniciativa y se plantaron ante las autoridades, era simplemente, una cuestión de supervivencia.

 

La atención a los niños expósitos

                 Un niño abandonado en la calle es una imagen que llama inmediatamente a la compasión, nos recuerda momentos de pobreza lacerante y de una sociedad endurecida con dogmas y prejuicios asumidos durante siglos. En mis repasos de archivos, siempre me ha impactado la palabra expósito y suelo dejar ocasionalmente mi tarea para atender cada caso. Cuando aparecen en los libros de Bautismos del archivo Parroquial,  procuro leerlos y quedarme con sus datos y, hace poco, en el Archivo Municipal encontré un informe sobre expósitos que recogía los habidos entre 1841 y 1880.

                Un niño abandonado a la caridad supone una separación traumática de una madre y su hijo recién nacido, unas veces por la imposibilidad de mantenerlo, otras por imposiciones morales y la imposibilidad de asumir una mancha social de por vida.

                El cuidado de estos niños, a lo largo de los siglos, durante Antiguo Régimen y en el posterior régimen liberal, era muy parecido. Como ejemplos pongo algunas transcripciones.

                El  niño era abandonado por sus familiares en horas de poco tránsito en la puerta de la Iglesia, de la casa de un cargo municipal o de alguna familia rica. Después, al día siguiente, era presentado en el Ayuntamiento. El alcalde pasaba orden al cura para que lo bautizase y el Ayuntamiento preparaba y pagaba un ajuar básico para la criatura.

                El alcalde nombraba a una mujer del pueblo para que lo lacte y unos días después, cuando el pequeño podía viajar, era remitido al hospicio, en el siglo XIX, a Toledo.

                A lo largo del XIX, en las calles de Villafranca aparecieron bastantes niños expósitos. Todavía no tenemos datos exactos de frecuencias, sí algún caso concreto.

Son llamativos los nombres que se imponen a estos niños en su bautismo. Un ejemplo chusco es un muchacho encontrado en la portada de Baldomera Marchante en agosto de 1887, en la entonces calle de Camuñas, sin más ropa que una gorrilla blanca en la cabeza, a quien se le puso por nombre Ignacio de la Portada. Estas historias aparecen en los libros del Archivo parroquial y en algunas carpetas del Municipal, suponen una realidad que se asumía como normal y se la atendía con la cara impertérrita de la autoridad competente y los desvelos de las mujeres que los atienden durante unas semanas (los lactan) para mandarlos después al hospicio más próximo.

                Nuestro pueblo, como todos, atiende con cariño a la criatura, la bautiza, la viste y la alimenta antes de enviarla al orfanato y, a esperar al siguiente.

                 Sólo he seleccionado una muestra de hechos pasados que nos cuentan cómo ha reaccionado esta comunidad ante hechos extraordinarios. Cuando las lluvias desaforadas de verano anegaban el pueblo y hubo que movilizar todos los recursos y personas posibles; la atención a pobres y enfermos de la localidad y llegados de fuera; la organización ante las epidemias; el peligro del hambre y el plante de las mujeres ante la autoridades; el cuidado de los niños abandonados. Una respuesta ante cada necesidad con los medios y la organización existentes.

     Sabemos que hay otros momentos dignos de aparecer en una selección como esta, nuestra historia es muy rica y tiene mucho que enseñarnos. Tiempo habrá de referirlos. Villafranca siempre atenta y siempre dispuesta.

Para saber más está nuestro Taller de Historia. Cuídense.

 

Félix Patiño Galán. Septiembre 2020

Publicado en el Programa de Feria y Fiestas que no son este año



[1] Durante las cuatro últimas décadas del XVIII, especialmente en los veranos de los años comprendidos entre 1780 y 1795,  se dio una notoria perturbación climática conocida como anomalía u oscilación Maldá, consistente en el incremento de la frecuencia y simultaneidad de los episodios de sequía e inundación generada por precipitaciones de alta intensidad. Estos acontecimientos climáticos provocaron grandes pérdidas en la agricultura y cuantiosos daños.

[2] Archivo de Palacio Real (APR) – IDG – Decretos, legajo 9. Informe del Concejo.

[3]  Casa en que se depositaban los diezmos. En Villafranca situada al E de la Iglesia en la calle de su nombre. Era un gran almacén con bodega, graneros, despensas y la oficina del administrador.

[4] APR – IDG – Secretaría. Leg. 277 – Continuación. Limosnas.

[5] APR – IDG Decretos. Leg. 9.

[6] Archivo de Palacio Real. IDG. Legajo 760.

[7] Tabardillos: tifus.

[8] APR IDG Secretaría. Legajo 772. Petición de Cabildo y Ayuntamiento 28-07-1770.

[9] APR – IDG Legajo 277. Alboroto de los vecinos de Villafranca.

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