Caridad: Actitud
solidaria con el sufrimiento ajeno. Limosna que se da o auxilio que se presta a
los necesitados.
Solidaridad:
Adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros.
Emergencia:
Situación de peligro o desastre que requiere una acción inmediata. (RAE)
En el
pasado, los villafranqueros han vivido momentos de necesidad que han
solucionado en grupo. En los últimos años me he dedicado a observar las huellas
de nuestro pueblo y a descubrir momentos de su historia. Me he encontrado con situaciones
de hambre, de enfermedad, de pobreza y de inundaciones que han marcado a un
pueblo de gentes recias, acostumbradas a asentar sus pies en la tierra y mirar
de frente a sus problemas.
No hace mucho,
escuché una referencia a Villafranca como “un lugar en medio de ninguna parte”
y algunos dicen que “nuestra historia no cuenta más que miserias”. Quizás
lleven razón, los villafranqueros somos descendientes de hombres y mujeres que siempre
han tenido que salir de su pueblo para conseguir cosas tan necesarias como la
leña para sus casas o el agua potable mientras pagaban mansamente diezmos e
impuestos a su señor feudal que es el Prior de San Juan y a su rey.
Este pueblo, que se acostumbró a bregar en los
momentos difíciles, nunca perdió su alegría, disfrutaba con los Danzantes que procesionan en el Corpus y su octava, a los que el
Ayuntamiento invitaba a comer, les regalaba zapatos y los agasajaba con un refresco;
se ponía sus mejores galas en la fiesta de la Asunción, a mediados de agosto,
marcando el final de los trabajos de verano y los vencimientos de deudas; hacía
lo propio en las fiestas de san Juan, de la Vera Cruz, de todos los Santos,
Semana Santa, Pascuas y santos protectores de las ermitas.
Es una comunidad más en el entorno del Campo de San
Juan en la Mancha. Alegre, activa y humilde. Organizada, trabajadora y capaz.
Históricamente ha demostrado sus posibilidades y hay muchos ejemplos de ello.
Expongo aquí algunos hechos que demuestran su valía, caridad y resistencia.
Las respuestas a las inundaciones:
Ya he
tratado estos momentos con la serie de artículos de Villafranca y el Agua, ahora centremos nuestra atención en la
respuesta del pueblo ante esta emergencia:
1.- La actuación inmediata: Las autoridades del pueblo se organizan y movilizan todos sus recursos en pocas horas. Alcaldes, regidores, párroco, médico y alguaciles abren la Iglesia y el Ayuntamiento y se ponen al frente de equipos de voluntarios para salvar a personas aisladas, atender heridos, limpiar desagües y aliviar las aguas que discurren por el Riato. Un caso destacable fue septiembre de 1791 donde, además, se contó con la presencia de un destacamento de granaderos. Así lo explica un informe posterior del Concejo:
(…) al teniente coronel de Infantería, don
Ángel Pedrero, que con una patrulla de granaderos que, a la sazón, se
encontraba en esta villa, uno de los regidores de ella, teniente Cura y el
Prior don Nicolás Manrique, con el escribano de este Ayuntamiento y todos de
acuerdo, determinamos que para socorrer a los infelices, que ya en los campos
naufragaban, tanto del pueblo como caminantes, montase a caballo, el expresado
teniente coronel y el escribano, mandase la partida de voluntarios a caballo
que también estaba en esta villa, quienes llevados de su celo (…) sin detenerse
(…) atropellaron y bordearon las corrientes y lagos que ya venían con tanta
crecida que regularmente andaban a nado.(…)[2]
2.- La caridad o la solidaridad
individual de los más pudientes, propietarios de casas grandes y bien
construidas, abren éstas a los necesitados, proporcionando techo y alimento.
3.- La ayuda del Administrador de la gran casa almacén del señor feudal: la Tercia[3], Francisco Luján, que la abrió una y otra vez en cada inundación, durante semanas, alojando a decenas de villafranqueros y proporcionándoles comida, ropa y aseo. Parece que después tuvo sus “problemillas” para justificar estos gastos ante el Administrador del Priorato. Él siempre los consideró necesarios.
4.- Las limosnas a posteriori, en metálico provenientes del Gran Prior. Éstas son la respuesta a una serie de peticiones individuales que alzan al señor del pueblo explicando sus daños y sus necesidades. Hay varias solicitudes después de la de 1799[4]. José Alfonso Jiménez, maestro de primeras letras suplica una limosna a Su Real Alteza para mantener a su familia y poder recomponer su casa casi hundida por la fuerza del agua. José García Patiño Borreguero se ha quedado sin casa, sin ropa, sin trigo y sin cebada que se llevó la corriente y pide limosna para remediar su desdicha. Como estos hay muchos testimonios en el Archivo de Palacio. No tengo constancia de la respuesta oficial.
5.- La ayuda venida de los pueblos vecinos. Terminada la inundación de septiembre de 1801, la más destructiva, Villafranca quedó convertida en un lago de lodo. Muchos vecinos abandonaron el pueblo y fueron acogidos en casas de parientes y amigos de los pueblos vecinos. Una decena de religiosos se ausentó y prometió no volver si no se tomaban medidas que previniesen las inundaciones. Las casas de los pueblos de al lado estuvieron abiertas para los huidos de las ruinas de lo que fue Villafranca.
6.- La villa de Herencia: Durante todo el siglo XVIII la fortaleza de las relaciones económicas y sociales de los vecinos de Villafranca con los de Herencia fue constante. En las semanas siguientes a la devastación del 14 de septiembre de 1801, las familias que no tuvieron otra opción, se refugiaron en un campo improvisado de chozas en el cerro de San Cristóbal, al Norte, y se mantuvieron gracias a las continuas ayudas que llegaban de la solidaridad herenciana.
(…) si la villa de Herencia no hubiese
acudido con socorros de pan, vino, carne, tocino, aceite y demás necesario,
como todavía lo está haciendo (28 de octubre de 1801), habrían los más fallecido de necesidad; que de resultas se hallan
todos los vecinos y habitantes de aquel pueblo, sobrecogidos de temor, pálidos
y llenos de consternación (…)[5]
Las ayudas y la solidaridad llegaron a Villafranca por diferentes vías: organización interna, caridad vecinal, gobierno señorial y pueblos vecinos.
El hospital
La Orden de San Juan siempre ha acogido peregrinos de
Tierra Santa y nuestro Priorato nunca perdió su carácter hospitalario, en
Villafranca como en otras villas, se mantuvo un hospital que atendía a los
transeúntes necesitados de ayuda. Sólo disponía de una cama y de unas rentas
cortas aunque recibía caridad de particulares. Muchos villafranqueros se
acordaban del hospital a la hora de hacer testamento.
Se sabe de su existencia gracias a documentos como
las Relaciones de Felipe II de 1575, se cuenta en la cuestión cincuenta y
cuatro:
(…) en esta villa hay un Hospital de Nuestra
Señora el cual no tiene ninguna renta más de la limosna que los dichos vecinos
dan para el reparo de los pobres que allí vinieren.[6]
Otra referencia al mismo la encontramos en 1752 en el
Catastro de Ensenada que en el Examen de peritos se refiere al hospital en la
pregunta 30, con palabras como estas:
Dentro de la población hay un Hospital con
la advocación de Nuestra Señora de la Asunción, para la curación y albergue de
los pobres mendicantes. Se mantiene de las rentas de diferentes tierras que
posee, las que anualmente importan 300 r v que se gastan en pobres y enfermos.
Su función era atender a mendigos y enfermos sin recursos,
especialmente a los llegados de fuera.
Los
villafranqueros reconocidos como pobres eran atendidos por la caridad
particular y de fundaciones como capellanías y memorias, eran asunto de la
comunidad.
Las epidemias
Cuando una epidemia se ha extendido por nuestro
pueblo la actuación de la comunidad y la de sus responsables políticos ha
seguido unas pautas similares:
1.- Los servicios médicos que se multiplican gracias al aumento de la cantidad de trabajo del único médico de la localidad, ayudado siempre por el cirujano oficial.
2.- Si la situación empeoraba, en el Antiguo Régimen se solía proceder de la siguiente manera: el Ayuntamiento en pleno con el Síndico y el Prior Párroco emitía un informe sobre los estragos de la enfermedad y pedía ayuda al Prior. Las respuestas que he encontrado van en la misma línea. La administración prioral contrataba un médico y un cirujano más y remitía ayudas económicas para medicinas y alimentos de los pobres. Existen rigurosos listados de pobres contagiados dignos de recibir las ayudas.
Con el Estado liberal, después de las desamortizaciones,
son el Gobernador provincial y la Diputación de Toledo quienes ordenan la atención
sanitaria a través de las juntas sanitarias creadas en cada pueblo. Éstas
dispondrán la atención médica, los fondos de alimentos y medicinas, las órdenes
de aislamiento, de cuarentena y de higiene pública.
3.- En todo momento constatamos la solidaridad privada. Las donaciones de las familias más pudientes como en el caso de 1770 en que:
(…) los suplicantes, asociados a algunas personas caritativas del pueblo, han determinado a expensas de sus caudales, traer un cirujano de la villa de Dos Barrios.[8]
Resumiendo, los servicios médicos habituales (el
médico y el cirujano), el refuerzo de éstos y ayudas para medicinas y alimentos
que la comunidad necesitará. En el siglo XIX, con la creación de la Junta de
Sanidad Municipal, se toman medidas dictadas desde Toledo con la obediencia
municipal: acopio de fondos económicos, medicinas y víveres, vacunaciones,
consejos de actuación individual y en grupo, desinfecciones de lugares comunes,
aislamientos y cuarentenas.
El miedo al hambre. La revuelta.
Consiguieron su objetivo, el trigo no salió de
Villafranca. Éste es un momento de emergencia, una magra cosecha y un pósito
“tiritando” no aconsejaban quedarse sin reservas de alimentos. Por ello,
después de mandar a padres e hijos al trabajo, ellas tomaron la iniciativa y se
plantaron ante las autoridades, era simplemente, una cuestión de supervivencia.
La atención a los niños expósitos
Un niño abandonado a la caridad supone una separación traumática de una madre y su hijo recién nacido, unas veces por la imposibilidad de mantenerlo, otras por imposiciones morales y la imposibilidad de asumir una mancha social de por vida.
El cuidado de estos niños, a lo largo de los siglos, durante
Antiguo Régimen y en el posterior régimen liberal, era muy parecido. Como
ejemplos pongo algunas transcripciones.
El niño era
abandonado por sus familiares en horas de poco tránsito en la puerta de la
Iglesia, de la casa de un cargo municipal o de alguna familia rica. Después, al
día siguiente, era presentado en el Ayuntamiento. El alcalde pasaba orden al
cura para que lo bautizase y el Ayuntamiento preparaba y pagaba un ajuar básico para la criatura.
El alcalde nombraba a una mujer del pueblo para que
lo lacte y unos días después, cuando
el pequeño podía viajar, era remitido al hospicio, en el siglo XIX, a Toledo.
A lo largo del XIX, en las calles
de Villafranca aparecieron bastantes niños expósitos. Todavía no tenemos datos
exactos de frecuencias, sí algún caso concreto.
Son
llamativos los nombres que se imponen a estos niños en su bautismo. Un ejemplo
chusco es un muchacho encontrado en la portada de Baldomera Marchante en agosto
de 1887, en la entonces calle de Camuñas, sin más ropa que una gorrilla blanca
en la cabeza, a quien se le puso por nombre Ignacio
de la Portada. Estas historias aparecen en los libros del Archivo
parroquial y en algunas carpetas del Municipal, suponen una realidad que se
asumía como normal y se la atendía con la cara impertérrita de la autoridad
competente y los desvelos de las mujeres que los atienden durante unas semanas
(los lactan) para mandarlos después al hospicio más próximo.
Nuestro pueblo, como todos, atiende con cariño a la
criatura, la bautiza, la viste y la alimenta antes de enviarla al orfanato y, a
esperar al siguiente.
Sabemos que
hay otros momentos dignos de aparecer en una selección como esta, nuestra historia
es muy rica y tiene mucho que enseñarnos. Tiempo habrá de referirlos.
Villafranca siempre atenta y siempre dispuesta.
Para saber
más está nuestro Taller de Historia. Cuídense.
Félix Patiño Galán. Septiembre 2020
Publicado en el Programa de Feria y Fiestas
que no son este año
[1]
Durante las cuatro últimas décadas del XVIII,
especialmente en los veranos de los años comprendidos entre 1780 y 1795, se dio una notoria perturbación climática conocida
como anomalía u oscilación Maldá, consistente en el incremento de la frecuencia
y simultaneidad de los episodios de sequía e inundación generada por precipitaciones
de alta intensidad. Estos acontecimientos climáticos provocaron grandes
pérdidas en la agricultura y cuantiosos daños.
[2]
Archivo de Palacio Real (APR) – IDG – Decretos,
legajo 9. Informe del Concejo.
[3]
Casa en que se depositaban los diezmos.
En Villafranca situada al E de la Iglesia en la calle de su nombre. Era un gran
almacén con bodega, graneros, despensas y la oficina del administrador.
[4]
APR – IDG – Secretaría. Leg. 277 – Continuación.
Limosnas.
[5]
APR – IDG Decretos. Leg. 9.
[6]
Archivo de Palacio Real. IDG. Legajo 760.
[7]
Tabardillos: tifus.
[8] APR IDG Secretaría. Legajo 772. Petición de Cabildo y
Ayuntamiento 28-07-1770.
[9]
APR – IDG Legajo 277. Alboroto de los vecinos de
Villafranca.
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