VILLAFRANCA Y EL AGUA 4 – LA DESOLACIÓN
Vamos a situarnos en el tránsito del XVIII al XIX y a
observar dos eslabones más de esta cadena de castigos que literalmente cayeron
del cielo sobre Villafranca. Los más destructivos, ambos en septiembre, cada
uno en su siglo, en los años 1799 y 1801. Es posible que pequemos de
repetitivos pues lo que nos disponemos a relatar es una continuación del
anterior capítulo de Villafranca y el
Agua, pero consideramos que por el grado que alcanzaron los daños sobre el
pueblo merecen una mirada detenida.
De nuevo recurrimos a la máxima del Taller de
Historia, y observamos las pistas que tenemos de la inundación de 2 de
septiembre de 1799, la primera cita la encontramos en el Archivo Parroquial de
Villafranca de los Caballeros, en el libro de difuntos nº 5, el Párroco hizo un
inciso para contar lo que vivió:
(…) A cosa de las doce y media el dicho día
comenzó el cielo a encapotarse y aparecer toda la Atmosphera cubierta de gruesos
nublos cuya densidad, instantáneo incremento y calor extraordinario indicaban
los más funestos efectos. Siguióse a esto una terrible tronada que por la
continuación, dilatación y fortaleza de los truenos iba cada vez más aumentando
en todos los corazones el pavor que por momentos se crecía, cuando a las cinco
de la tarde dieron principio los nublos a resolverse en agua que cayó en tanta
abundancia que a las dos horas de comenzada la lluvia ya corría por todas las
calles con asombrosa rapidez, a causa de haber el rio Amarguillo salido de
madre y entrado en el pueblo antes de haberse desaguado (…)[1]
Es justo pensar que es una más sobre este sufrido
pueblo, esta, mucho más dañina. De nuevo hemos de leer la información de los
archivos y el Procurador Síndico de
Villafranca emite un completo informe[2]
poco después. En el que cuenta los siguientes pormenores:
Hay más de 200 casas enteramente arruinadas, las
demás se encuentran en muy mal estado y todas necesitan reparación. Las viñas
presentaban una buena cosecha que se ha perdido y
(…) Su campiña beneficiada de considerable
número de huertas, en que con los frutos de barrilla, salicor, patatas,
zanahorias y otras clases de legumbres se prometían sus vecinos adquirir
sustento para la triste temporada del invierno, no presentan hoy sino tierra
árida, cubierta de légamos y horruras de las aguas. (…)
También el Administrador de Tercias hace su informe[3]
dirigido al Gran Prior y de él extraemos los siguientes datos
(…) a las tres de la tarde y continuó hasta
casi las 5 de ella, sobrevino una inundación tan excesiva, por las avenidas del
río Amarguillo y cañada que vierte en esta población (Riato), que a la media hora ya estaba inundado
todo el recinto (…)
He aquí una referencia al Riato, la cañada que
recorre la localidad de Oeste a Este y sirve de desaguadero de las sobrantes
del Amarguillo. Es otra pista que confirma que en 1799 todavía surcaba nuestro
pueblo.
La altura que alcanzaron las aguas supera con mucho a
las siete avenidas anteriores y no se ha librado de ellas ninguna casa. Las
ermitas y la Iglesia están ocupadas por el légamo. Las aguas han llegado más
allá de la altura del coro y presbiterio, dejando inhabitable la Iglesia para
mucho tiempo.
Falleció un niño y se perdieron muchos animales de
labor, domésticos y ganados, también se inutilizaron multitud de papeles de los
archivos de la Iglesia, del Ayuntamiento, de las escribanías y de muchos
vecinos.
El administrador y el interventor de la Tercia de
Villafranca toman la decisión de acoger a los vecinos más desfavorecidos,
(…) a más de 60 familias y otras muchas personas
abriéndoles las puertas de las cámaras de S A para refugiarlas por las pérdida
de sus casas y enseres y alimentándolas al día sucesivo en que no habrá ni aún
agua en la villa (…)[4]
Son duros
los testimonios de villafranqueros pidiendo limosnas al Gran Prior, pongamos
algún ejemplo: José Alfonso Jiménez, maestro de primeras letras expone que
Es tan corto el emolumento que le produce la escuela que no alcanza a el
alimento de su mujer y cuatro niñas que tiene (…) Suplica a Vuestra Real Alteza,
se digne por el amor de Dios, la limosna de su Real agrado para ayuda a
mantener a su familia y componer la casa que con la avenida del agua cayó parte
de ella y lo que quedó está para lo mismo (…)
Rosa Martín
de la Alberca, viuda de más de sesenta años dice que
(…) ha cabido parte de esta desgracia a la
infeliz choza que la exponente tiene en el referido pueblo y su calle
Empedrada, que habiendo en parte caído a tierra, lo que se mantiene amenaza
ruina y está imposibilitado de habitarse (…) no posee bienes ningunos ni aún
ropa para una cama, ni más que la enunciada casa que no merece el nombre de
tal. (…) Suplica: (…) se digne en conceder a la exponente, la limosna que fuere
de su real agrado para poder reedificar su desdichada casilla (…)
Hay más
ejemplos de vecinos que piden particularmente ayuda a su autoridad. Queda
pendiente para los villafranqueros al menos un año de privaciones, de hambre y
de enfermedades. La necesidad los ha acostumbrado. En la primavera de este
mismo año acababan de salir de una epidemia de tercianas que se saldó con un
número considerable de bajas. Ya hablaremos de las epidemias en otras
comunicaciones.
¿Qué hacer?
¿A quién recurrir? El Ayuntamiento de Villafranca se dirige al Gran Prior para
mitigar estas desgracias con su caridad, sabe que el Erario del Infante está en
un mal momento y pide las ayudas como préstamo a largo tiempo, pero antes que
nada, pone mucho énfasis en que una persona especialista analice la situación
de Villafranca y proponga alguna solución a las recurrentes riadas que van
creciendo en intensidad.
SUPLICA a V A se digne librar de
su Real orden para que por persona experta se reconozca la situación del pueblo
y sus avenidas y con la disposición correspondiente, o se desvíen las
corrientes, o se fortalezcan, para evitar las inundaciones (…)[5]
Y la
Administración del Antiguo Régimen contesta y manda a Francisco Sostre,
aparejador del Priorato a reconocer estas tierras y trazar un plan para
solucionar el problema de las riadas.
Se seguirán
cruzando informes, peticiones, proyectos y visados de proyectos. Todos,
Ayuntamiento, arquitecto, aparejador y administrador del Priorato saben lo que
hay que hacer para que el Amarguillo no se desborde, pero la lentitud de esta
administración, la ausencia de fondos y es posible que algo de desprecio por
una población menor, nos situaron en septiembre de 1801 con obras apenas
comenzadas.
El 14 de
septiembre, Villafranca soportó la mayor inundación que se haya conocido hasta
la fecha, durante la tarde y la noche se volvió a desbordar el Amarguillo y el
malecón que rodea el pueblo se hallaba en construcción, según testigos, sólo la
décima parte. Los daños fueron letales, veamos como los describen el
Ayuntamiento y el Párroco:
(…) acaeció en aquella villa la más terrible
y asombrosa tempestad que jamás han visto, la cual, con otra avenida de aguas,
y no hallando resistencia alguna, por no estar ejecutadas las obras
proyectadas, inundó de nuevo todo el pueblo y lo acabó de arruinar, llegando
las aguas hasta los techos de las casas, causando la muerte de doce personas,
que se ahogaron, otras muchas que salieron heridas, la destrucción total de los
edificios, más de 300 mulas de labor ahogadas y mucho mayor número de otros
animales; asimismo la pérdida de granos y de todos los demás géneros que ya
tenían recogidos, la de vino, aceite, paja, barbechera, viñas, ropas y demás
muebles (…)[6]
Creemos que
no hacen falta más palabras para hacernos una idea de los daños de esta
avenida. Pero son demoledoras las consecuencias inmediatas en la vida de los
vecinos:
Una parte
importante de los villafranqueros se fue a vivir a otros pueblos del entorno,
otros permanecían como zombis sin rumbo en las ruinas de Villafranca, vigilando los pocos efectos y bienes personales que les respetó la desgracia.
Se ha formado un campamento de chozas y barracas en un cerro a 500 pasos de la
población, donde viven como pueden. Creemos que puede ser el cerro de San
Cristóbal al Norte de la localidad.
Los lodos
han inundado los edificios más fuertes como las ermitas, la Iglesia o la Tercia.
Los eclesiásticos han abandonado la localidad con intención de no volver si no
se construyen los diques proyectados en años anteriores como solución para
estos males.
La
solidaridad vino del Sur
(…) si la villa de Herencia no hubiese
acudido con socorros de pan, vino, carne, tocino, aceite y demás necesario,
como todavía lo está haciendo (28 de octubre de 1801), habrían los más fallecido de necesidad; que de resultas se hallan
todos los vecinos y habitantes de aquel pueblo, sobrecogidos de temor, pálidos
y llenos de consternación (…)[7]
Villafranca
es un valle desolado por el lodo, pocas casas se tienen en pie y sus vecinos se
están planteando emigrar a otros lugares. El problema se conocía e incluso se
había estudiado por personas capaces y preparadas como Sostre o Villanueva.
Pero la incuria de una administración lenta, pobre y posiblemente corrupta, ha
ralentizado la aplicación de las soluciones. Es ahora, con el pueblo al borde
de la desaparición, cuando el Ministro de Estado y Hacienda tiene sobre su mesa
en octubre de 1801, un informe completo sobre Villafranca y sus necesidades de
supervivencia. La alternativa es un pueblo abandonado y unos pecheros menos
para contribuir a la Real Hacienda.
En otro
momento veremos con detalle el plan y las obras que se hicieron para conjurar
este peligro recurrente. Seguimos aquí, luego se tomaron medidas y se dieron soluciones.
Félix Patiño Galán, 29-09-2019
[1]
Archivo Parroquial de Villafranca. Libro de Muertos
nº 5.
[4]
APR – IDG Secretaría. Legajo 277 cont.
13-09-1799.
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