Siempre he
querido echar una mirada sobre las mujeres que han dejado alguna huella en la
historia de Villafranca. Mirando al pasado más lejano, me he encontrado con un
nombre de mujer que sonó en la segunda mitad del siglo XVII y que hemos oído hasta
en la segunda mitad del siglo XX. Catalina Vela Muñoz ha emparejado su nombre a
la “Capellanía” que poseía un conjunto importante de tierras de nuestro término
y que se liquidó en los años 70.
Doña Catalina fundó dos capellanías que se salvaron
de las desamortizaciones. Todavía no sé cómo se mantuvieron como una sola. El
nombre de esta mujer debió estar entre los más importantes de la nobleza de
Villafranca del siglo XVII. Mirando en los archivos, hace años, me encontré su
testamento y otros documentos entre los protocolos notariales de Villafranca y
con estos documentos, me gustaría hacer una breve semblanza de esta señora.
Nos la imaginamos como una mujer excepcional en un
mundo de hombres, viuda de Alonso Gómez Mancheño tesorero que fue de las
alcabalas y rentas reales de la bailía de Alcázar. Desde su señorial casa de la
calle del Tesorero (o la Tesorera) administraba su patrimonio agrícola y
ganadero y las rentas de alcabalas que gestionaba su marido. Ya era viuda a
principios de los años 60 del XVII, había vivido la muerte de su única hija
Clara María Vela Mancheño y puso sus ojos en su única nieta Clara Josefa
Calderón del Castillo y Muñoz.
Miremos su
parentesco conocido a mediados de los años 60:
La historia
de esta familia es una sucesión directa en mujeres. En la fecha que nos ocupa,
doña Catalina es viuda y su hija Clara Mª y José Calderón han muerto. Le queda
su nieta Clara Josefa y Gerónimo José de Valenzuela, su marido, al que llama “mi
yerno”.
El primer
dato fidedigno que encuentro de doña Catalina es una cesión universal de sus
bienes el 13 de diciembre de 1662, donde dice lo siguiente ante el escribano:
(…) que por el mucho amor y voluntad que ha tenido y tiene a la dicha doña
Clara Josefa Calderón, hija de José Calderón de Castillo y de Dª Clara María
Vela y Mancheño y nieta de la dicha Dª Catalina Vela y de haber recibido de la
susodicha muy buenas obras, por lo cual y porque esta es su voluntad
determinada y porque no tiene otros herederos en la vía y forma que más firme
sea y de derecho lugar haya, otorga que hace gracia y donación buena, pura,
perfecta e irrevocable que llama el derecho entre vivos, dada de su mano a la
dicha Dª Clara para la susodicha y sus herederos y sucesores y para quien su
derecho hubiere en cualquier manera de todos sus bienes muebles y raíces,
deudas, derechos y acciones que de presente posee y le pertenezcan en
cualquiera manera (…) [1]
Como mujer de edad y deseosa de
alejarse de la vida activa, pone en manos de su amada nieta todos sus bienes y
la administración de los mismos. Antes, exige dos condiciones: la primera, que
su marido don Gerónimo José de Valenzuela ha de renunciar al dominio personal
de estos bienes y la segunda, que a ella la
alimenten de todo lo necesario por los días de su vida y a una criada suya que la ha de asistir para su
servicio y regalo según su estado y calidad.
No parece que la donación
tuviese efecto, en 1668 y 1670 doña Catalina sigue administrando sus negocios y da poderes a personas para que la representen
en Toledo para cobrar sus juros de rentas sobre millones. Uno de los apoderados
es Gerónimo José de Valenzuela, su yerno.
La tercera cata en esta historia
está fechada en 20 de abril de 1672, cuando nuestra protagonista hace
testamento. Ya sabemos que ha muerto su nieta Clara Josefa, su yerno, Gerónimo
José, al que llama su hijo, es clérigo de menores órdenes y él será el elegido
para gozar de las rentas y administración de su capellanía. Ordena ser enterrada
en la capilla de Nuestra Señora del Rosario que estaba en el crucero de la
iglesia, frente a la nave del Evangelio, allí es donde reposan los restos de
todos sus familiares. Quiere que la amortajen con el hábito de San Francisco
que tiene encargado en el convento de franciscanos descalzos de Madridejos. Encarga
misas por su ánima y por las de sus familiares muertos. Perdona unas deudas y
recuerda a sus albaceas que han de cobrar otras. Manda algunas donaciones
anónimas y crea la capellanía colativa para don Gerónimo José que luego ha de
dividirse en dos. Por último deja dispuesta la libertad de tres esclavos que la
servían: María, Domingo y Bernavela. Aquí podéis ver un resumen más completo del
testamento.
Son sólo unos cuantos datos que
nos acercan un poco más a una mujer que
tuvo poder en el siglo XVII. Creo que los datos que aquí ponemos merecen un
estudio pormenorizado de nuestro Taller de Historia, cuando podamos reunirnos.
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