Dedicado a Rosa
Beteta,
amiga y admirada seguidora,
voy a notar la
ausencia
de sus ánimos
La fecha
del 14 de julio de 1789 es conocida en todo el mundo. El pueblo de París toma
la antigua fortaleza de la Bastilla, símbolo de la autoridad absoluta de su
monarca. Comienza la Revolución Francesa, un proceso ecuménico que cambiará la
concepción de la política y la estructura social en todo el Mundo. Ese mismo
día, un poco más cerca de nuestro pueblo, el bailío de la orden de San Juan,
don Miguel Cuber, da parte de los hechos ocurridos en Villafranca al secretario
de Estado y de Despacho don José Moñino, conde de Floridablanca. El bailío pide
la intercesión del Secretario de Estado para que el rey Carlos IV “se digne
tomar la providencia que sea de su Real agrado para castigar el exceso y
contener los demás pueblos del priorato”. Los hechos parecen de gravedad, pues
pedir la intervención real a través de su poderoso ministro, para castigar a un
pueblo de manera ejemplar, no es algo corriente.
Son momentos difíciles, la crisis económica, la deuda
de la Real Hacienda y las malas cosechas dejan huella en las reservas de granos
de los pueblos, los pósitos municipales.
El 30 de junio de 1789, el pósito de Alcázar de San
Juan está vacío, sus administradores reciben licencia para trasladar, en
concepto de préstamo, 300 o 400 fanegas de trigo del pósito de Villafranca. Las
autoridades del priorato así lo deciden y lo justifican como una manera de
aliviar las necesidades del pueblo de Alcázar y como una oportunidad de
renovación de las reservas del pósito de Villafranca.
Días después, el gobernador del Gran Priorato dice
que “los vecinos de Villafranca están cada día más insolentes y menos
reconocidos”.
¿Qué ha ocurrido para que Villafranca sea propuesta
para un castigo ejemplar? Trigo, escasez y revuelta. Hay informes oficiales que
nos ponen sobre la pista de los hechos. Pero la descripción más completa que
nos ha llegado sobre estos días se la debemos a un cura que ya conocemos: don Alfonso
Luján y Cañizares párroco prior de
Villafranca, culto e ilustrado, valiente y protagonista. Sigamos su completo
informe y describamos su visión de estos días.
Comienzan los hechos a las 5:30 horas de la mañana
del 3 de julio. Don Alfonso se levanta sobresaltado por el toque inesperado de
las campanas de la parroquial. Se viste rápido pero sin perder la compostura
que requiere su dignidad. Quince minutos después está subiendo, entre andamios
y trastos de los albañiles, la escalera de la torre. Ya en el campanario
encuentra una caterva de mujeres y niños tocando las campanas sin concierto
para llamar a la movilización popular.
Haciendo uso de su autoridad de Párroco Prior obliga
a todos los que allí están a dejar el campanario y ordena a los alarifes, que
acaban de llegar, que crucen vigas en los accesos de la torre, para que no se
repita la invasión.
Conseguido el silencio, le aborda el alcalde don
Antonio Díaz Valenzuela que requiere su compañía para enfrentarse a la
manifestación de mujeres que se concentra frente al pósito, en la plaza de la
Carnicería. Ambos se trasladan al lugar y comprueban que las mujeres de
Villafranca han perseguido al comisionado que venía de Alcázar y éste ha tenido
que refugiarse en la casa del escribano don Ramón Díaz.
De nuevo don Alfonso usa sus dotes de manejo de
grupos y pide a las mujeres que se expliquen. Algunas de ellas, portando palos
en las manos, dicen que sus familias llevan mucho tiempo sin pan, que están
llenas de necesidad, tanta, que muchos
días los pasan con sólo garbanzos tostados y que no les importaría pagar
más precio por el trigo que hay en el pósito.
El párroco, entendiendo estas peticiones, entra en
casa de don Ramón Díaz y toma de la mano al comisionado, a quien acompaña hasta
más allá de la calle de la Vega, donde lo esperan los carruajes que debían
transportar el trigo. Las mujeres los siguieron y se quedaron hasta comprobar
que comisionado y los carros vacíos toman el camino de Alcázar.
Los ánimos se calman en pocas horas y todos vuelven a
sus tareas.
La situación se enreda de nuevo a las 11 de la noche,
vuelven a sonar las campanas mientras las mujeres de Villafranca se concentran
en las afueras del sur. Se acercan tropas por el camino de Herencia. Son los
Voluntarios de Herencia que acompañan al gobernador. No se atreven a entrar en
el pueblo. Grupos de villafranqueros velarán en las afueras defendiendo el
trigo de su pósito. Con esta calma vigilante transcurre la noche.
El día siguiente, 4 de julio, sábado, es un día
tenso. La sensación del pueblo de Villafranca es que ha sido engañado, han
visto un nuevo intento de retirar el trigo y las tropas no se van. La turba
saca a la fuerza, de la iglesia las andas de los difuntos y aporrean con ellas
las puertas de los alcaldes.
Cuando llega la noche, don Alfonso, desoyendo los
consejos de que no salga de casa, se presenta, sin compañía, en todos los
corros de vecinos. Fue testigo de la
sumisión y obediencia que mostraron las mujeres descubiertas y los pocos
hombres que habían, con la montera en la mano y quitados los embozos, me
recibían. Sólo les movía en ansia de
su pan y les alborotó especialmente la llegada de las tropas. En estos
términos se expresa nuestro cura.
Llega el domingo 5 de julio y el prior se pone manos
a la obra para apaciguar los ánimos. Están en el pueblo todos los hombres
llegados del campo. En misa de 11, con el templo lleno a pesar de los andamios,
exhorta a todos los vecinos a manifestar la debida obediencia a sus superiores
y a sus órdenes, pues éstas son muestras del amor de nuestro Católico monarca y
pide respeto para las campanas de la torre, ahora en obras.
Por último, culmina su plan con una exposición del
Santísimo por la tarde. Con la misa y la exposición consigue sosegar los ánimos
de los villafranqueros, sin que haya otros hechos que reseñar en las fechas
siguientes.
Don Alfonso emite su informe el 20 de julio y termina
diciendo “en virtud de lo expuesto, espero y suplico de V S I ponga pronto su influjo
a fin de que no padezca vejaciones este común (…) lo que espero de la mucha
piedad de V S I”. Es muy claro pidiendo que no se castigue a este pueblo, pues
la revuelta sólo ha sido una defensa de su trigo y una prevención frente al
hambre.
De momento no tenemos más datos. El gobernador quería
un castigo el día 14, don Alfonso pedía comprensión a las autoridades el día
20. Los hechos se desarrollaron a comienzo del mes de julio. Quiero pensar que
las peticiones del prior de Villafranca fueron tenidas en cuenta. Supongo que
el sentido común se impuso y los villafranqueros siguieron con su tranquila y
humilde vida sin novedad.
Hemos sido testigos de la reacción de las mujeres de Villafranca ante una situación de emergencia, ellas, sin necesidad de sus maridos, hijos y hermanos, ellas han sido capaces de cambiar el devenir de la historia de un pueblo.
Hemos sido testigos de la reacción de las mujeres de Villafranca ante una situación de emergencia, ellas, sin necesidad de sus maridos, hijos y hermanos, ellas han sido capaces de cambiar el devenir de la historia de un pueblo.
Ya hablaremos con más detalle de este hecho en
nuestro Taller.
Félix Patiño Galán
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