MUJERES EN LA HISTORIA DE VILLAFRANCA – 3 Francisca Rodríguez Patiño




Dedicado a
 José Díaz-Alejo Martín-Blas
compañero, amigo
trabajador y noble
echaremos de menos
su alegría y su disposición


Nuestra historia comienza en Villafranca a media mañana del 24 de mayo de 1724. Ana Rodríguez Patiño, viuda reciente, después de una mala noche dándole a la cabeza, ha requerido oficialmente la presencia del alcalde Matías Moreno de la Alberca. Con la fortaleza que le da saberse responsable de su familia, hace comparecer ante el alcalde a su hija Francisca que reconoce “hallarse preñada de seis meses por comunicación que ha tenido carnal con Francisco Fernández Toribio, vecino de la familia” (…)[1]

Todos miran al acalde que, haciendo gala de mucha paciencia y de un gran sentido común, da dos órdenes: en primer lugar encarga a Ana, la madre, el cuidado de Francisca, alimentación, higiene, descanso y vigilancia de cualquier posible intento de aborto; en segundo lugar avisa a la comadrona para que atienda a la embarazada cuando llegue el momento del nacimiento, con obligación de declarar oficialmente la situación del recién nacido.

Continúa la historia el 12 de agosto. Según reza en la declaración de María Juarez, partera, Francisca Rodríguez Patiño ha tenido un varón sano.

En este punto, el alcalde ordena la privación de libertad de Francisco Fernández Toribio que es alojado en la cárcel de Villafranca. El alcalde y el escribano pasan a tomar declaración al joven Francisco. El preso reconoce no saber la razón de su prisión y a preguntas del señor alcalde dice que no conoce carnalmente a Francisca. Es amigo de su hermano Sebastián y por ello ha entrado en su casa muchas veces. Hace dos años, cuando su padre vivía, le pidió compromiso de noviazgo, pero éste se negó por considerarlo “recio de condición”. Siguió entrando en casa de Francisca, incluso después de la muerte de su padre, pero nunca le ha dado a ella promesa casamiento y no la conoce hasta ese punto. Se queja “de los graves perjuicios que le causa su estancia en prisión por no poder asistir a su oficio de herrador”.

Hasta ahora tenemos una joven menos de 24 años con un niño recién nacido, sano, sin padre que lo reconozca. El mozo señalado está en la cárcel, de él se espera que declare que hizo una promesa de casamiento a Francisca Rodríguez Patiño.

Con tal reconocimiento, Francisco saldría de la cárcel, se concertaría la boda y el señor alcalde respiraría aliviado, pues esta causa criminal estaría resuelta.

No hubo tal consentimiento, al menos no lo recogen los papeles del Archivo Histórico Municipal de Alcázar. El último documento que encontramos es una declaración de la joven Francisca en la que pide que “en razón del estupro y preñado que me causó la comunicación carnal con Francisco Fernández Toribio, vecino de esta villa y preso en la cárcel con la promesa, fe y palabra de matrimonio…” que se le pregunte al hermano de Francisco pues fue testigo de esa promesa. Hasta aquí nuestro conocimiento de los hechos.

Esta es la historia de una joven de Villafranca que tuvo la mala suerte de quedarse embarazada. Tuvo el apoyo firme de su familia, su madre hizo lo que entonces se consideraba necesario para mantener la tan necesaria honra. Ana decidió armarse de coraje ante una sociedad dispuesta a estigmatizar a su hija. La única solución honorable pasa por la boda de los jóvenes aunque alguno de ellos no lo desease.

No importa la convivencia conyugal, no importan los deseos de los jóvenes. El reconocimiento de la promesa de matrimonio por parte de Francisco Fernández es la única solución para la familia de Francisca, incluido el recién nacido. La alternativa es caer es la marginación social y en la pérdida de la honra. La honra como concepto perseguido por todos, más como una fachada que como un conjunto de normas éticas asumibles.

En nuestro pueblo también hubo sufridores de la marginación. No podemos aventurar que pudo pasar pero la sociedad de la primera mitad del XVIII, no admitía con buenos ojos a jóvenes madres solteras y su sombra ennegrecía la fama de toda su familia como una mancha pecaminosa. La mujer de esta historia es anónima y seguro que nadie se acordaría de una joven madre soltera, castigada como muchas otras, en todas las épocas, al escarnio social ausente de comprensión.

Disfrutemos de las libertades y de la desaparición de prejuicios que  ahora vivimos, aunque quedan muchos obstáculos por allanar. Más detalles en el Taller de Historia.

Félix Patiño Galán




[1] Archivo Histórico Municipal de Alcázar de San Juan. Causas Criminales. 178/2   4497

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