Y yo os
digo que un bosque no puede conocerse a la perfección si no se estudia hoja a
hoja, y la Historia hombre a hombre, más todas sus circunstancias.
Jesús de
Haro. El coleccionista de charcos.
Relato de Don Marcos o la historia de la
percepción.
Los avatares de los villafranqueros durante la Guerra
de la Independencia, que ya comenzamos a ver en la anterior entrada, no son más
tristes ni más venturosos que los vividos por el resto de los manchegos de
entonces. Nuestra historia está ligada a nuestro entorno y en él nos vamos a
fijar para añadir más datos a la aproximación a la vida en Villafranca entre
los años 1808 y 1814. Intentaremos hacernos una idea del paisaje, del porte de
sus gentes, de su alimentación, de las relaciones con el mando militar francés
y por último analizaremos los desposorios en Villafranca.
EL MEDIO
Siguiendo
los datos que nos proporciona Felipe Molina Carrión[1], contamos
testimonios de los extranjeros que pasearon por nuestras tierras en los
primeros años del XIX y tuvieron el detalle de escribir sus impresiones:
Lapporent, geógrafo francés,
dice: “La Mancha es una región
particularmente inhóspita. Las inmensas planicies se extienden hasta Sierra
Morena. Allí, si los inviernos son rudos debido a la altitud (sobre 700
metros), los veranos son largos y abrasadores con tres meses de invierno y
nueve de infierno como dice el refrán
popular. En esta inmensa estepa requemada donde no se ve ni un árbol, donde la
vegetación es pobre y donde la monotonía sólo se rompe con algunas prominencias
pardas y rocosas, creeríamos estar en pleno Sahara si la triste inmovilidad del
horizonte no fuera a veces animada por los brazos de algún molino de viento que
se mueve perezosamente”.
Richard Ford[2]
cuenta sus experiencias años después: “Estas
estepas interiores están calcinadas por el sol en verano y muy castigadas por
las tempestades y los vientos en invierno. La total carencia de árboles, setos
y cercas expone sus extensas llanuras a las inclemencias de los elementos.
Miserables casas de barro, desperdigadas aquí y acullá en la deshelada
planicie, proporcionan un mezquino hogar a una población pobre, orgullosa e
ignorante…”
Frank Xaver Rigel, alemán
enrolado en el ejército francés, nos da su visión de la Mancha: (…) esta tierra alegre cuyos habitantes no se visten exclusivamente
como el resto de los castellanos con el color de la sepultura, que perteneció
en el tiempo de los moros al reino de Toledo, es una ancha e inmensurable
llanura, sólo atravesada aquí y allá por cerros y por montañas más bajas que
altas con bosquecillos insignificantes y olivares sin importancia,
extremadamente uniforme, pero muy fértil, aunque no cultivada con la misma dedicación
en todas partes. (…) Los lugareños, gente fuerte y educada, se limitan la
mayoría de las veces sólo al cultivo de cereales, aunque en algunas zonas se
encuentran bastantes campos productivos de aceitunas y azafrán así como
extensas zonas plantadas con viñas, que producen en abundancia el más exquisito
vino.
Imaginemos nuestro pueblo en 1808 con casas de adobe
construidas en torno a grandes patios rodeados de soportales sostenidos por
columnas. En el patio confluyen la mayoría de las estancias, lugar para
disfrutar de los rayos del sol invernal y para cenar al fresco en los veranos.
La habitación que más se usa es la cocina, hogar y sala de estar en el entorno
de la lumbre. Las cámaras, en el primer piso, se usan como granero y pajar. Las
calles son terrizas, sólo unas cuantas pueden presumir de un lustroso
empedrado. Los árboles, son escasos en las calles, pero sí hay dentro del casco
urbano, huertas con decenas de álamos negros que se han plantado a lo largo del
siglo pasado, éstas se sitúan en las traseras de las calles de la Parra, del
Loco, de Camuñas, de los Hidalgos y de la Vega, son remansos de sombra y agua
en los áridos veranos. Un cinturón de huertas abraza la población mostrando
puntos verdes en medio de la estepa manchega polvorienta, se extiende por san
Cristóbal, las Tejeras, la Serna, el Velador, los Arenales, la Vega y la
Giraldina. Las lagunas siguen teniendo el papel de descanso veraniego, con un
tupido anillo de carrizo que se abre de cuando en cuando en las “puertas” que
todos usan para bañarse con la obligada decencia. No hay árboles allí, la
salinidad de la tierra no lo permite. Todavía no ha llegado el taray a
colonizar esas cuencas salinas.
LA POBLACIÓN Y SUS TRABAJOS
Por
entonces el Priorato de San Juan era una región agrícola y ganadera. La vid, el
olivo y sobre todo los cereales eran cultivos predominantes. También se
producían legumbres y barrilla para fabricación de jabones.
Se conocen siete fábricas de jabón de piedra en
Herencia, manufacturas textiles en muchas localidades y la Real Fábrica de
Salitre de Alcázar de San Juan para la fabricación de pólvora.
La producción agrícola de Villafranca era de cereal
de secano: trigo, cebada, centeno, avena. Salicor, barrilla, patatas y
zanahorias en cultivos de verano y algunas legumbres y hortalizas. Completan
este panorama los olivos y las viñas en muy poca proporción.
En industria y artesanía destacan los molinos harineros
del Doctor, de Cazuelas y los de Pastrana. Nueve hornos de tejeras y uno de
cántaros de noria. Se sacaba piedra de afilar y salitre para pólvora. También
funcionaban diez telares de paños de estameña,
pañete, albornoces y bayetas. Se curaban buenos quesos y abundaban los
palomares.
La piedra de asperón se exportaba a Madrid,
Guadalajara, Extremadura y Castilla la Vieja y la estameña se vendía bien en
Cádiz.
Los datos aproximados
de población son los siguientes, elaborados con los guarismos de los censos,
catastros, relaciones y descripciones de las fechas señaladas.

No tenemos
datos de los años de la guerra que, seguro fueron negativos para el total de la
población. Si bien es verdad que durante la primera mitad del XIX creció la
población de todas las villas del entorno.
Los años
1811 y 1812 tuvieron malísimas cosechas. En 1810 la fiebre amarilla se paseó
por el Priorato; en 1811 lo hizo una plaga de langosta y las fiebres tercianas aparecían
de cuando en cuando.
Vuelvo a
recoger las palabras de Richard Ford a través de la obra de Molina Carrión,
donde explica cómo ve al hombre manchego: El manchego es honrado, paciente y
trabajador cuando hay alguien dispuesto a utilizar sus servicios; sus afectos
están más desarrollados que su razón. Morigerado, valiente y moral, es cariñoso
y sincero cuando se le trata con amabilidad y honestidad y reservado y duro cuando
sospecha malos trozos e injusticia. Va muy sencillamente vestido de paño pardo,
con una montera en la cabeza.
LA ALIMENTACIÓN
Nos serviremos
del estudio de Manuel Fernández Grueso
para dar unos detalles sobre los hábitos alimenticios en Villafranca.
La alimentación del villafranquero medio de 1808, se
caracterizaba por su monotonía, en casa cuece una olla de garbanzos, judías y
habas, a la que algunas veces se añadía algo de carne o tocino.
El vino de mala calidad y a veces remontado cubría
una parte de las calorías necesarias.
La dieta de un trabajador del campo sería:
1.- Almuerzo: pan con queso,
tocino o chorizo. Muchas veces gachas.
2.- Comida de medio día: Guiso
de cordero, bacalao, verduras o la olla de casa. Alguna fruta.
3.- Cena: Cocido de la olla
con alubias o de nuevo, gachas. Otras opciones son el breve de tenca o sofritos
de verduras.
Juega un
papel primordial el pan de trigo o mezclado con otras harinas, el aceite de
oliva y alguna hortaliza en verano.
Es
anecdótico que los villafranqueros no consumían todavía tomates ni patatas,
tendrán que pasar más de veinte años para que puedan disfrutar de estos
alimentos. La mala fama acompañaba a estos alimentos venidos de América y se
creían venenosos. Las patatas se cultivaban para pienso. Hay constancia de patatas en Villafranca a
comienzos del siglo XIX.
Los precios de los productos básicos sufrieron un
notable aumento durante la guerra:
Pan 300%
Centeno 210%
Cebada 160%
Trigo 100%
Tocino 90%
EXIGENCIAS DEL EJÉRCITO FRANCÉS
Ya hemos
comentado estas peticiones en la anterior entrada y los agobios de los alcaldes
para cumplir con unas órdenes que dejaban a su pueblo en precario. En el
Archivo Municipal se conservan muestras de estas exigencias:
ü 17
de diciembre de 1808.- Se envían a Madridejos más de 400 panes, (cien aporta
cada vecino, de entre los acomodados) y 15 fanegas de cebada de la Tercia.
ü 24
de diciembre de 1808.- En el mismo sentido se envían 10 panes, 18 fanegas de
cebada de la Tercia y 12 fanegas de cebada de Antonio Ropero.
ü 02
de enero de 1809.- Se piden 500 @ de paja, 200 f. de cebada y 30 cabezas de
ganado.
ü 30
de enero de 1809.- El ejército francés en Alcázar de San Juan exige: 500
fanegas de cebada, 800 @ de patatas, 20 @ de cebollas, 2 cargas de apios y
cardos, 2 cargas de escarola, lombarda y acelgas, 1000 panes, 200@ de vino, 10
@ de pescado, 300 huevos, 10 carros de paja, 100 carneros y ovejas.
ü 17
de febrero de 1809.- Desde Alcázar exigen 100 fanegas de cebada para la
vanguardia del Ejército de Sierra Morena
de parada en esta localidad.
ü 23
de febrero de 1809.- El general Sebastiani, exige al alcalde de Villafranca, al
menos 6000 raciones de pan para la guarnición de Consuegra prestas para el día
siguiente.
ü 24
de febrero de 1809.- Se envían con Juan Díaz Avilés más 1000 panes para las
tropas de Consuegra, con expresión de los donantes. Es “pan de munición” con
una mezcla importante de otras harinas además de la de trigo.
Continuamente
se están mandando órdenes a los Justicias de los pueblos de la zona para que
abastezcan a las tropas francesas que paren en ellos, pidiendo harina, trigo,
cebada, vino, aceite.
Aún así la
vida cotidiana de Villafranca tendió a ser lo más parecida a la normalidad en
tiempos de paz. La salida de misa un domingo de primavera se parecería mucho a
otro cualquiera de tiempos de paz. Los actos religiosos mantuvieron su cadencia, marcando la vida de los habitantes.
DESPOSORIOS EN
VILLAFRANCA
Conclusiones:
1.- Los años malos 1809 y 1812
se notan en la menor cantidad de desposorios, coincidiendo con las crisis que
vimos en la anterior entrada. Observamos menor número de bodas en los años de
dificultades económicas y sociales que no invitan a embarcarse en proyectos de
convivencia.
2.- Septiembre, octubre y
noviembre son los meses preferidos para las bodas, el otoño. En enero, febrero
y mayo se dan otros repuntes menores.
Después de
estas pinceladas nos centraremos en la noche de 25 de marzo de 1812 y en la
plaza de la Villa de Villafranca, allí comenzó una matanza de dragones. Esa es
otra historia que vendría muy bien para La
Línea del Tiempo.
Félix Patiño Galán 28-08-2020
Comentarios
Publicar un comentario