Cruzamos los puentes como su hubieran estado siempre ahí, en su lugar, adecuado, oportuno, necesario, indispensable. La anterior entrada, dedicada a un puente impecable y elegante, nos ha movido a reflexionar brevemente sobre los puentes de nuestro entorno.
Un puente es una solución y un facilitador de
comunicación. Muchas veces, cruzar un puente suponía un gasto, el pago de un
pontazgo o derecho que cobraba el dueño que podía ser el monarca, un señor
noble, una ciudad o una institución religiosa. Los puentes son necesarios y sus
dueños y constructores se han sabido aprovechar de ellos cobrando un pequeño
impuesto por su utilización. Este peaje se convertía en algo indispensable
cuando la alternativa suponía dar un rodeo que atrasaba o diluía un negocio o
imponía una incomodidad impracticable.
En nuestra tierra, llana y con ríos vadeables casi
todo el año, los puentes son una necesidad que tiene alternativas fáciles. Han
sido necesarios en momentos húmedos como las dos décadas últimas del siglo
XVIII y algunos siguen ahí como testigos mudos de otros momentos pretéritos con
cielos nublados y lluvias abundantes.
Con esta entrada dirigimos nuestra mirada a dos
puentes próximos que cruzan el Gigüela, el río noble y regular que marca el
límite del término de Villafranca con las tierras de Alcázar de San Juan.
Nuestro amigo Pablo Pichaco, entendido en plantas, animales, medio ambiente e
historia de Alcázar diría que los puentes que vamos a referir son de Alcázar de
San Juan, y lleva razón, ambos están en el término del pueblo vecino, pero no
se puede negar que los dos forman parte de la historia de Villafranca por
proximidad y por estar ubicados en lugares transitados por villafranqueros.
EL PUENTE DE LA TAMARILLA
Agüeros con
sus carros ocupados por cántaros, hombres y mujeres con sus caballerías
cubiertas con aguaderas que encerraban cántaros de todas las capacidades,
campesinos con sus mulos, carros y labores, todos, durante más de doscientos cincuenta años,
han cruzado pasado por este vetusto puente que ha aguantado el paso del tiempo.
Aunque los años lo han marcado con la erosión del agua y de la incuria.
Sobre el río, facilita el paso a la cañada Real
Soriana y a los pozos de agua buena que ha usado Villafranca para beber durante
mucho tiempo, los pozos de Navarro.
En la galería fotográfica destacamos los detalles de
un puente usado y olvidado como parte de un camino al que pocos miran.
EL PUENTE DEL DOCTOR Y EL PUENTE
DE LA CARRETERA DE ALCÁZAR
Construido
en la primera mitad del siglo XVIII, facilitó el paso franco sobre el Gigüela
en la vía que unía Toledo y Cartagena. Los planos del puente y sus
características[1]
están en el Archivo Histórico Nacional, disponemos de ellos gracias a Vicente
Torres, colaborador de nuestro Taller. Diseñado por José Antonio Iztueta y Aguirre,
Ayuda de la Real Furriera[2]
de Su Majestad y Maestro de Obras del Real Sitio de Aranjuez. Fue construido
entre 1743 y 1744 por Cosme Sánchez Matheo maestro arquitecto y vecino de Alcázar.
Fue un puente con fábrica de sillería y de construcción sólida, con dos ojos de
arcos diferentes. Sobre uno de sus dibujos nos hemos permitido escribir y
señalar sus elementos básicos.
No podemos
afirmar con exactitud su ubicación, es posible que estuviera en entorno del
molino con este nombre pues el camino de Alcázar pasaba por allí.
En la
actualidad, el puente de la carretera de Villafranca a Alcázar es una moderna
construcción con tres ojos. También tiene su historia que nos aporta nuestro
reciente colaborador Roberto Félix García. Nos informa que antes estaba formado
por un grupo de 3 pontones se construyó con la carretera "de El Bonillo a
Madridejos por Villafranca y Camuñas a enlazar con la de Madrid a Cádiz"
(después C-400, de Toledo a Alcázar o a Albacete).
[1] CONSEJOS,114, Exp.3_0001-3_0072
[2] Furriera: Oficio de la Casa Real, a cuyo cargo estaban las llaves, muebles y enseres de palacio y la limpieza de ellos y de las habitaciones (RAE). En esta época el rey es Felipe V.
Comentarios
Publicar un comentario