El santo gigante portador de Cristo tuvo gran popularidad desde la
edad media como patrón de arrieros y caminantes. Solía aparecer en grandes
templos y catedrales junto a las puertas más transitadas dando la bienvenida a
los peregrinos con su Niño a cuestas.
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1.- El cerro de san Cristóbal, actualmente. |
El siglo XVI
La primera huella de esta ermita nos la proporciona el documento
de las Relaciones ordenadas por
Felipe II en 1575. En ellas se cuenta que en esta villa hay una ermita de
San Sebastián, otra del señor San Cristóbal y otra empezada de Señora Santa Ana
que estas ninguna renta tienen más de la limosna que se da para su reparo entre
los vecinos de esta villa.[1]
El siglo XVII
El segundo documento que nos cuenta con algún detalle el estado de
esta ermita, es de medidos del siglo XVII. Entre finales de mayo y principios
de junio de 1655, los religiosos frey don
Francisco Ortiz Angulo, Comendador de Fresno y Torrecilla y el Doctor frey Juan
Fernández de Malpartida, conventual del Malta y Prior de la Parroquial de la
villa de Urda, visitadores generales en estos Prioratos de San Juan,
realizaron una visita pormenorizada a los lugares y bienes de la orden en
Villafranca. Un informe que descansa completo en el Archivo General de Palacio
en Madrid y que nos va a permitir acercarnos a esta ermita.
Visita de la ermita de san Cristóbal
En la
dicha villa, en el dicho día, mes y año dicho, se fue a la ermita de san
Cristóbal, que está cerca de esta villa que es un cuarto largo con su capilla,
que la divide una reja de madera. Tiene su altar, en él un retablo, en él el
Santo en hueco dorado = Una sábana con hilanda y puntas y tiene ara, todo
limpio y decente y los demás ornamentos que tiene la dicha ermita, son los
siguientes:
§ Un
frontal de terciopelo leonado de borlilla
§ Dos
candeleros de azófar[2]
§ Dos
ciriales con mangas de lienzo
§ Un velo
de tafetán dorado
§ Un misal
§ Una
cazuela de damasco colorado, estola y manípulo
§ Una bolsa
de corporales
§ Unos
corporales y un cíngulo[5]
§ Un pedazo
de terciopelo del frontal
§ Un arca
con cerradura y llave donde están los ornamentos
§ Una
lámpara de azófar
Y todos
los dichos bienes quedaron en la dicha ermita donde estaban y se han de poner
por auto y lo firman los dichos señores visitadores generales[6]
De estos datos, recogidos textualmente con el vocabulario actual, podemos inferir que la ermita se hallaba en buen estado con una reja de madera que separaba el altar, éste se componía de un retablo que albergaba la imagen del santo. Una sábana adornaba el ara. Los ornamentos, nombrados con detalle, garantizaban que en la ermita se pudieran realizar oficios religiosos.
El siglo XVIII
Tenemos que
dar un salto de casi cien años para encontrar escritos que se refieran a esta
ermita. En 1752, en el catastro de Ensenada aparece la siguiente referencia a
san Cristóbal:
Bienes pertenecientes a la Imagen del glorioso san Cristóbal en su Ermita (Administrador
de sus bienes: Pedro Simón García de Yébenes, presbítero):
Beneficiales:
Secano: 10 celemines en las Lagunas, arrendada a Juan Manuel Fernández en 3 celemines
de trigo (4,5 reales de vellón) con
utilidad de 2 reales y 9 maravedíes, 1,5 fanegas en las Tejeras, 0,5 fanegas
inmediata al pueblo en el Almagal.[7]
San Cristóbal mantenía unos bienes raíces propios en forma de pequeñas
tierras de labor, además de su santuario.
En este extenso documento encontramos varias referencias al lugar
y la ermita. Por ejemplo, Diego Rodríguez Maroto de 28 años, soltero, labrador,
es dueño de una fanega de tierra y una
era de pantrillar de 3 celemines en el cerro de san Cristóbal. Juan Martín
Villanueva, maestro carretero de 45 años, posee
una tierra de regadío de 4 celemines en
San Cristóbal, a 80 pasos del pueblo. Don Lorenzo Sahagún y Chacón,
caballero hijodalgo, labrador de 46 años tiene una era de 2 celemines en el sitio de San Cristóbal. Pedro
Rodríguez Maroto, labrador de 36 años, posee
4 celemines de una era empedrada en lo alto de San Cristóbal, linda a Or con el
camino que va al Almagal. Don Pedro Simón García de Yébenes, presbítero, de
54 años, declara una era de pantrillar de
2 celemines inmediata al pueblo en el sitio de San Cristóbal.
Estos son testimonios de
que el alto de san Cristóbal, cercano al pueblo y origen del camino que va al
Almagal, es un punto que siempre tuvo mucha vida y las eras ya acompañaban a la
ermita en el siglo XVIII.
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2.- Las ermitas de Villafranca en 1752 |
El siglo XIX
Un tercer documento nos
obliga a dar otro salto centenario, el Diccionario
Geográfico Estadístico Histórico de España y sus Posesiones de Ultramar de Pascual Madoz de 1850, cuenta lo siguiente sobre las ermitas de
Villafranca de los Caballeros:
(…) iglesia parroquial
(la Asunción) con curato de primer ascenso y de patronato del gran prior de San
Juan; una ermita grande (Smo. Cristo); a las extremidades de la villa las de
San Antón y San Blas; en diferentes puntos las de San Sebastián, San Juan y
Sta. Ana, que se han arruinado, y por último el cementerio.[8]
Ya 1850 no se menciona san Cristóbal y el autor se cofunde al
afirmar que la ermita de santa Ana está arruinada, al parecer no conoce que
ésta se transformó en la del Cristo de Santa Ana. Un poco más tarde, durante la
desamortización de Madoz, volvemos a encontrar alguna referencia a esta ermita en
un listado de las fincas eclesiásticas puestas en venta:
Otro id. Camino del
Santo, á la izquierda en id., procede del santuario de San Cristóbal, que costa
de 1742 varas superficiales, ha sido regulado en 10 rs. de renta anual
capitalizado en 180 y tasado en 200, por cuya cantidad se subasta.
Las fincas anunciadas no
admiten mayor división sin perjudicar los intereses del Estado y según
declaración de los peritos.[9]
Se vende un solar en el que estuvo el santuario de san Cristóbal de 1742 varas de superficie. A mediados del siglo XIX esta ermita ya no se mantiene en pie.
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3.- Cerro de san Cristóbal |
Historias de san Cristóbal
Veamos ahora algunas historias
en las que el lugar del cerro de san Cristóbal fue protagonista. El primer
lugar, las consecuencias de la inundación de 1801:
El 14 de septiembre de 1801,
Villafranca soportó la mayor inundación que se haya conocido hasta la fecha,
durante la tarde y la noche se desbordó el Amarguillo y el malecón que rodea el
pueblo se hallaba en construcción, según testigos, sólo en la décima parte. Los
daños fueron letales, veamos como los describen el Ayuntamiento y el Párroco:
(…) acaeció en aquella villa la más terrible y asombrosa tempestad que
jamás han visto, la cual, con otra avenida de aguas, y no hallando resistencia
alguna, por no estar ejecutadas las obras proyectadas, inundó de nuevo todo el
pueblo y lo acabó de arruinar, llegando las aguas hasta los techos de las
casas, causando la muerte de doce personas, que se ahogaron, otras muchas que
salieron heridas, la destrucción total de los edificios, más de 300 mulas de
labor ahogadas y mucho mayor número de otros animales; asimismo la pérdida de
granos y de todos los demás géneros que ya tenían recogidos, la de vino,
aceite, paja, barbechera, viñas, ropas y demás muebles (…)[10]
Una parte importante de los villafranqueros se fue a vivir a otros pueblos del entorno, otros permanecían como zombis sin rumbo en las ruinas de Villafranca, al cuidado de los pocos efectos y bienes personales que les respetó la desgracia. Se formó un campamento de chozas y barracas en el cerro de san Cristóbal, donde vivían como podían.
(…) si la villa de Herencia no hubiese acudido con socorros de pan, vino,
carne, tocino, aceite y demás necesario, como todavía lo está haciendo (28 de octubre de 1801), habrían los más fallecido de necesidad; que de resultas se hallan
todos los vecinos y habitantes de aquel pueblo, sobrecogidos de temor, pálidos
y llenos de consternación (…)[11]
Villafranca es un valle desolado por
el lodo, pocas casas se tienen en pie y sus vecinos se están planteando emigrar
a otros lugares. La solución vendrá en los años posteriores en forma de un
reforzado malecón junto al pueblo, el desvío del riato por la zanja y un
malecón más en el cauce del Amarguillo. Mientras tanto, el único lugar que
inspiró seguridad a los villafranqueros de entonces fue el cerro de san
Cristóbal, donde se acoplaron con las pocas pertenencias rescatadas de los
restos de sus casas.
Don Philiberto hijo de
Jesús y María[12]
(07-01-1661)
Yo el lic. Mancheño cura
en la parroquia de esta villa de Villafranca y 7 de enero de 1661 bauticé
debajo de condición a Don Philiberto hijo de Jesús y María siendo padrino Juan
Gómez Barcina fue hallado en la puerta de la ermita de san Cristóbal extramuros
de esta villa con una cédula que decía le faltaban las ceremonias de la Iglesia
y que se llamaba así=
Pedro Mancheño Barchino[13]
Un niño expósito apareció en las puertas de la ermita el primero de julio de 1661. Como era costumbre recibió el bautismo y se hizo caso a lo escrito en el papelito que lo acompañaba. No estaba bautizado y se le puso el nombre que ponía en la cédula: Don Philiberto. No aparecen más explicaciones pero lo llamativo del nombre y el lugar donde se encuentra el bebé (fuera de la población), dan mucho que pensar.
Conclusiones
Después de
este paseo por los papeles que hablan de san Cristóbal en Villafranca, sólo nos
queda hacer alguna reflexión a modo de conclusiones:
o
La ermita con la imagen de
san Cristóbal es una de las más antiguas de Villafranca de los Caballeros, ya
existía en la segunda mitad del siglo XVI y podemos observar sus huellas en los
siglos siguientes.
o
A mediados del XVIII la
imagen de san Cristóbal pudo acumular un pequeño beneficio de tierras próximas
al pueblo.
o
La ermita desaparece en el
siglo XIX, el lugar donde se alzaba este edificio, es un solar a la venta en
1855.
o
La pequeña altura donde se
construyó esta ermita tuvo el nombre de cerro de san Cristóbal. Este lugar, por
ser el más alto próximo al pueblo, fue el refugio de aquellos villafranqueros
que no abandonaron la localidad después de la terrible inundación de septiembre
de 1801.
o
El nombre de la calle del
Santo, tiene su razón si pensamos a donde nos dirige.
Félix
Patiño Galán, agosto 2022
[1] Archivo de Palacio Real
(APR) Archivo del Infante don Gabriel (IDG), Secretaría – 760.
[2] Azófar: latón.
[3] Alba: vestidura
blanca que llega hasta los pies y que usan los clérigos católicos sobre el
hábito y el amito para decir misa y en otras ceremonias.
[4]
Amito: vestidura
de lienzo blanco, con una cruz en medio, que el sacerdote se pone sobre la
espalda y los hombros para celebrar algunos actos religiosos y sobre la que se
ponen otras vestiduras ceremoniales como el alba o la casulla.
[5] Cíngulo: cordón
con una borla en cada extremo con que los sacerdotes católicos se ciñen el alba
a la cintura.
[6] APR. IDG. Secretaría. 526 – continuación. Visita de
1655.
[7] PATIÑO
GALÁN, F. (2022): Villafranca de los Caballeros entre 1752 y 1753. Resumen del
catastro de Ensenada. Ayuntamiento de Villafranca. Página 200.
[8] DICCIONARIO
GEOGRÁFICO ESTADÍSTICO HISTÓRICO DE ESPAÑA Y SUS POSESIONES DE ULTRAMAR Pascual
Madoz. Tomo XVI. Madrid 1850. Página 142.
[9] Archivo
Histórico Provincial de Toledo. AHPTO_33719_f_02-Madoz – 4 de octubre de 1856
[10] APR. IDG. Decretos. Leg. 9.
[11] APR. IDG Decretos. Leg. 9.
[12] La fórmula “hijo
de Jesús y María” corresponde a niño sin padres, abandonado.
[13] Archivo Parroquial de Villafranca. Libro de
bautismos nº 4 (1654-1675).
Da gusto poder leer nuestra historia. Gracias Felix por tu dedicación.
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