VILLAFRANCA Y EL AGUA 3 – LOS DAÑOS
Alguna vez
hemos dicho que Villafranca se debería llamar Entrerríos. Si miramos un mapa de nuestro pueblo con las curvas de
nivel y las líneas hidrográficas, observaremos que acompañan a esta población
tres ríos y un arroyo: al Norte, muy cercano a las lagunas, corre el Riánsares,
un cauce antiguo cercano al pueblo que es fácil distinguir; la cañada del Torrejón es un curso fluvial ocasional que desagua en el siguiente río, el
Gigüela, que discurre al Oeste y se comporta como un río auténtico, corre en
invierno y primavera, no suele desbordarse; y nuestro acompañante más inestable
y dañino, el Amarguillo, un aprendiz de
río, peligroso, que se ha desbordado muchas veces.
Villafranca
está situada en un llano que es ocupado por las aguas de nuestros ríos más
belicosos cuando estos se desbordan o cuando se producen grandes tormentas y se
anegan las llanuras próximas, especialmente las del Sur, el cauce del
Amarguillo.
Los que
tenemos la suerte de habitar este pueblo llano no recordamos más que algunos
momentos en los que la zanja del malecón se llena de agua, la llegada de agua
por el camino de Camuñas o la inundación de los barrios al sur del Malecón.
Difícilmente
imaginamos situaciones más dolorosas y destructivas como las que se han dado a
lo largo de nuestra historia. Son estos momentos los que quiero mostrar en
estas entradas en nuestro pasado.
1799 y 1801
son dos años con inundaciones en nuestro pueblo que han dejado los peores
recuerdos. Todo villafranquero conoce el significado de la venía o la avenida, la inundación de las aguas tormentosas y los
consiguientes desastres. Hemos mirado en los rescoldos del pasado, en los
archivos con noticias de nuestro entorno y nos hemos encontrado con detalles
más allá de los recuerdos comunes de los relatos de los mayores. La que
nombramos como la avenida de Consuegra el
11 de septiembre de 1891, tuvo terribles consecuencias para los pueblos de
alrededor, humanas y económicas, para Villafranca, solo económicas. Villafranca
estaba ya preparada para recibir el agua destructiva.
Sabemos que
hubo más momentos de tristeza y las avenidas han sido el azote recurrente de
nuestro pueblo. También lo han sido las sequías y las epidemias, pero de
momento centrémonos en las avenidas. ¿Qué nos dicen las pruebas históricas?
Desde 1783 a 1801 hay documentadas 9 inundaciones. Son los informes de alcaldes, párroco,
gobernadores y las órdenes de los administradores correspondientes.
Merece la
pena pararnos ante los detalles de las inundaciones de 3 y 4 de agosto de 1791,
en un informe de los alcaldes ordinarios de 5 del mismo mes, dirigido al
Administrador don Jerónimo de Mendinueta, se cuenta lo siguiente[1]:
Los alcaldes ordinarios de la villa de
Villafranca de los Caballeros en el Priorato de San Juan y provincia de La
Mancha, con el mayor respeto exponen a V E que a resultas de una fortísima
tempestad, que en el día 3 del corriente, hubo en esta villa y su término, la
que despidió tanta multitud de exhalaciones que aterró a este vecindario, de
los que perdió la vida, a impulsos de un rayo, un mozo de 18 años y aunque las
avenidas de los collados que la circundan, no causaron el mayor estrago; en el
día de ayer a la misma hora que el antes que lo fuera de las 2 de su tarde,
sobrevino otra tan furiosa, que en el espacio de hora y media no cesó un
instante de tronar, llover y desprenderse exhalaciones que atemorizaron hasta
los de ánima más esforzada, aumentándose su aflicción al experimentar que sus
corrientes inundaban toda la parte del término del Velador que se hallaba al
Poniente, que en las eras de pantrillar no quedaban montones de los que había
limpios y menos las parvas tendidas, pues hasta las arenas se las llevaba la
fuerza del agua y lo mismo sucedía con las huertas, arramblando sus legumbres.
De aquí provino padeciese tal inundación el lugar, como que sus vecinos,
principalmente los que habitan los barrios del Toledillo, del Monte, calle del
Santo, de la Zanja, del camino, Pozo de Palacio, parte de las de la Parra y
Tesoro, abandonaron, los que pudieron sus casas (…)
Dos días
seguidos de verano con sendas tormentas, acarrean la muerte de un joven, las
aguas arramblan con los frutos y las mieses de las eras, arrasan las huertas y
entran en el pueblo inundando las zonas sur y este. Los habitantes huyen de sus
casas buscando refugio seguro.
(…) y considerando el peligro en que los
demás estaban por no serles fácil salir del riesgo, nos juntamos en la Iglesia
y convocamos a ella al teniente coronel de Infantería, don Ángel Pedrero, que con
una patrulla de granaderos que, a la sazón, se encontraba en esta villa, uno de
los regidores de ella, teniente Cura y el Prior don Nicolás Manrique, con el
escribano de este Ayuntamiento y todos de acuerdo, determinamos que para
socorrer a los infelices, que ya en los campos naufragaban, tanto del pueblo
como caminantes, montase a caballo, el expresado teniente coronel y el
escribano, mandase la partida de voluntarios a caballo que también estaba en
esta villa, quienes llevados de su celo (…) sin detenerse (…) atropellaron y
bordearon las corrientes y lagos que ya venían con tanta crecida que
regularmente andaban a nado. Saliendo al campo, logró recoger muchos infelices
que naufragaban y habrían perecido sin este socorro, hasta llegar a la casa de
campo de Juan Francisco Moñino, donde se hallaban siete personas en la cámara y
tejado de ella, sin alimento alguno, ya casi de noche, pidiendo socorro, el que
se les suministró sacándolos a ancas de los caballos y condujeron hasta
ponerlas a salvo, continuaron repasando todos los parajes hasta de fin
recogidas todas las gentes que se hallaron en los campos. (…)
Las autoridades y el Párroco, reunidos como grupo de
gestión de crisis en la Iglesia, comienzan a tomar decisiones. Aquí aparece la
ayuda vital de una fuerza militar que, por suerte, estaba en Villafranca, don
Ángel Pedrero y su patrulla de granaderos que tuvieron una actuación ejemplar
recorriendo los campos y rescatando a las personas aisladas por las aguas.
(…) Al mismo tiempo que don Francisco Luján,
alcalde ordinario por su estado noble y administrador de las tercias de SAR,
con la partida de granaderos que quedó a sus órdenes y algunos paisanos que
para ese efecto se congregaron, logró contener (…) la corriente que inundaba
los citados barrios, haciendo conducir muchos de sus habitadores en carros,
galeras, caballerías y (…) a las casas de SAR y a las de teniente cura Párroco
y escribano, donde se les asistió con la mayor caridad, dando a todos el
alimento necesario, abrigando a muchos con paños de aguardiente, con lo que se
logró restablecerlos, también se condujeron con la posible comodidad, los
enfermos, entre ellos una oleada y varios sacramentados para lo que asistieron
el teniente cura y capellán, en caballerías mayores, cruzando las corrientes
hasta de fin puestos a salvo todos los vecinos en cuyo tiempo principiaron de
arruinarse algunos edificios del Toledillo, dejando, para evitar robos y todo
extravío, la tropa de granaderos y algunos paisanos toda la noche en los
barrios desiertos. (…)
El segundo nombre en el apartado de los héroes es el
del alcalde ordinario don Francisco Luján que se empeña, en compañía de
granaderos y de voluntarios, en formar diques de contención y en trasladar
vecinos afectados por la inundación, muchos de ellos enfermos, a un lugar
seguro como las casas de Párroco, del escribano o la Tercia. Por último deja
unos retenes de vigilantes para que no haya robos ni saqueos.
En
el día de hoy en que estábamos dando las providencias para desaguar las casas y
poner a salvo el menaje de ellas, en que no se padeció extravío alguno de la
propia hora que el día de ayer, nos vemos con mayor aflicción, porque de dicha
tempestad (…) se ha alimentado la inundación, llenándose todas las casas de los
barrios referidos que componen las dos terceras partes del pueblo y todas las
restantes calles de él, hasta entren en las casas de SAR, Iglesia y Ermita que
sirve de parroquia, donde está la mayor altura del terreno, de cuyas resultas
se ha arruinado las hiladas de la calle del Santo, parte del Toledillo, Pozo de
Palacio y tememos suceda lo mismo con todas las de aquellos barrios. Pero
tenemos el consuelo que a (consecuencia) de las providencias, celo y esmero con
que el expresado teniente coronel, despreciando todo riesgo, se arrojó a las
aguas, cumpliéndolas, igualmente que el citado alcalde don Francisco Luján, con
la tropa que mandaba, asociado de su compañero y capitulares. Se debió al
trabajo de estos el logro de no haber peligrado más de un hombre que al parecer
estaba ahogado y se ha sacado de la última casa del barrio de Cabezuelas. Sin
embargo de haber subido las avenidas de este día pie y medio más que la
antecedente. (…)
Agosto, 5 de 1791
BM de VE, sus más atentos y rendidos
servidores
Francisco Luján Josef Talavera
Los dos
alcaldes piden ayuda al Administrador de la Orden, don Jerónimo de Mendinueta
después de hacer recuento de los daños: dos tercios de sus calles están
anegadas, la ermita del Cristo está a salvo por situarse en un punto más alto,
lamentablemente hay que añadir un muerto más encontrado en la calle de
Cabezuelas, ahogado. Y lo que toca ahora es trabajar duro para limpiar el
barro, atender a los heridos y reconstruir las casas afectadas.
Se cruzan nuevas peticiones de ayuda y respuestas de
atención por parte del Administrador del Priorato. Por fin hubo un acuerdo, el
9 de noviembre, de la Junta de Hacienda del Gran Priorato en donde se reconocen
los destrozos, que entre agosto y septiembre se repitieron hasta cinco
inundaciones:
De resultas se destruyeron siete casas, en
otras se hundieron cuatro cuadras y cercas, se inutilizaron granos entrojados
de las eras. Se llevaron las corrientes mieses, grano ya limpio y los sembrados
sin segar padecieron mucho perjuicio, de modo que son de mucha monta los
agravios casi comunes a todos los vecinos, aunque a unos mayores que a otros.
Verdaderamente que son dignos de compasión y acreedores a proporcionarles todo
el alivio y socorro posible y como tal cree la Junta que si fuera del real
agrado de SM podría dispensárseles por parte de SA la remisión de 55511 r y 24
m que deben a la testamentaría del Serenísimo Señor Infante don Gabriel de
granos y efecto, dados al fiado y por la de SM podría remitírseles por este año
las contribuciones reales con que están encabezados con la Real Hacienda. Los
débitos a su Pósito a unos íntegramente a otros en parte, según su padecer y
circunstancias y a los necesitados que enteramente han quedado con sus casas
arruinadas, reparárselas a costa del caudal de propios y arbitrios de la villa en
la parte que alcancen y en resto de los caudales de su Pósito, que es de un
fondo crecido, o como más bien sea del Real agrado de SM. Y sin embargo V S
deliberara como siempre lo más justo.
Consuegra, noviembre, 9 de 1791[2]
Esta fue la
nueva petición al rey Carlos IV, que entonces ejercía como Gran Prior por ser
tutor de don Pedro, hijo y heredero de don Gabriel. Se contabilizan los daños y
se proponen medidas de ayuda para los damnificados: perdón de deudas y de
contribuciones y préstamos del pósito y del caudal de propios. Es una petición
más.
Villafranca sigue rozándose con el agua, ésta no
deseada, no ha mostrado aún su cara más siniestra. 1791 fue un eslabón más de
esa cadena de castigos sobre una población humilde que son las inundaciones,
quedan las de final de siglo y comienzo del siguiente.
Félix Patiño Galán
21-09-2019
Felix, me ha encantado lo relatado.
ResponderEliminarMuchas gracias por contarlo.
Muchísimas gracias por compartir tus investigaciones, Félix.
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