La tarde fría del sábado 11 unió a 30 Amantes de la Historia
en la sala de conferencias de la Casa de la Cultura. Recordamos a una persona
fundamental en la historia de Villafranca: el prior párroco frey don Alfonso
Luján y Cañizares que estuvo cumpliendo con su trabajo durante la segunda mitad
del siglo XVIII.
Aficionado a escribir y a contar lo que ocurría en su entorno
y a protagonizar momentos señeros de Villafranca en estas décadas, es un
testigo indispensable que merece ser conocido, al menos, por estos Amantes de
la Historia.
Un párroco respetado y amado por sus feligreses, también
odiado y vituperado por otros, casi siempre poderosos. Una persona procedente
de medios universitarios, ilustrada, altiva y siempre respetuosa. Adaptada a
las reformas ilustradas y factor esencial en los avances sociales de la
Villafranca del Gran Priorato en sus mejores años.
Con sus escritos que se conservan en los archivos, hemos vivido su enconado enfrentamiento con el sacristán Joaquín Sánchez Pantoja y un grupo de presbíteros opositores.
Las relaciones de compañerismo y otras de veces de enfrentamiento
con la Justicia y el Regimiento local. Pagos de impuestos y gobierno de algunas
cofradías tuvieron la culpa.
La gestión local de la orden real de que prohibió las
procesiones de Semana Santa con empalados y disciplinantes. La Semana Santa de
1777 fue recordada muchos años después por el intento de salir de los disciplinantes
(sin capucha ni disciplina), la negativa rotunda de don Alfonso y la reacción
violenta de un grupo que no asimilaba las reformas ilustradas.
El informe interno del vicario visitador de mediados de los
años 80 no iluminó sobre los vicios ocultos de algunos miembros del clero que
acompañaba a don Alfonso en este pueblo.
La prosa y la perspicacia de este párroco quedó bien
resumida en el informe que remitió al Cardenal Lorenzana en 1784 y quedó como
parte de las Descripciones. Inolvidables
son sus referencias de los habitantes de Villafranca, de sus recursos económicos,
de sus ermitas, de sus lagunas. Por último, acompañó estas letras con un mapa
de factura propia que hemos usado muchas veces en este Taller.
Él fue quien bendijo el primer cementerio junto a la ermita
de Cristo de la Vera Cruz en 1787.
En 1789, medió entre las autoridades y las mujeres de
Villafranca, levantadas estas últimas ante los intentos de llevarse el trigo
del pósito del pueblo. Sus gestiones y su manejo de la multitud femenina
consiguieron que la represión del gobierno prioral se olvidase.
Siempre buen administrador de los bienes eclesiásticos y con
los achaques de su edad avanzada, en los años 90, solicita el beneficio simple
de Villafranca, con lo que cambiaría su residencia de la calle Empedrada a la
calle del Loco. No parece que lo consiguiera, el mal estado de las cuentas del
convento de Santa María del Monte aconsejaba que éste retuviese la mayoría de
las rentas de sus beneficios.
Por último, recodamos a don Alfonso como el párroco que vio
la mayor reforma que se hizo la iglesia parroquial que creció en amplitud con
la nueva nave del Sur.
Terminamos con unas conclusiones sobre cómo debió ser
nuestro protagonista de la tarde.
Acto seguido, dimos un vistazo a algunas obras de arte que nos hablan del mito de la Manzana de la Discordia. Comienza todo en las animadas bodas de Peleo y Tetis, Eris, que no había sido invitada, lanza una manzana de oro para la más bella. El Olimpo se revoluciona ante las exigencias de tres deidades femeninas, Hera, Afrodita y Atenea, que querían el título de la más bella de los dioses y la manzana dorada. Actuarán Mercurio, Paris y por último la humanidad griega en la guerra más destructiva hasta entonces. ¿Consiguió la Discordia su objetivo?
El próximo taller, en quince días.
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