Fue una tarde agradable de otoño, nos reunimos más de 70 Amantes de la Historia en el cementerio y disfrutamos de las descripciones y de las historias de Luis, que nos remite la siguiente crónica:
El día 31 de mayo de 1869 fue
bendecido el actual cementerio de Villafranca por el cura prior don Juan
Antonio Ropero. Al día siguiente tenía lugar el primer enterramiento, se trataba
del cuerpo del joven Francisco
Marchante Maroto, de 22 años, que había muerto por causa de un
ataque epiléptico.
El cementerio se levantó extramuros
de la localidad, y a una distancia bien calculada de la misma, a la izquierda
del camino de Villacañas. Los componentes del ayuntamiento actuaron con mucha
celeridad ya que la desgracia pesaba sobre el vecindario de nuestro pueblo
debido a una fuerte epidemia de tifus y porque el único cementerio que había en
esta villa, estaba completamente lleno de cadáveres. Ese único cementerio era
el de la ermita del Cristo (donde en la actualidad se ubica la residencia de
mayores de la Fundación de Nuestra Señora de la Asunción), cementerio que fue
bendecido el 2 de enero de 1787, y el primer entierro fue del de María
Aguilera, de 15 años. Permaneció en uso durante 82 años.
Desde la fundación de la villa se
habían enterrado los cadáveres de nuestros antepasados en el atrio de la
iglesia y en el propio edificio de la iglesia parroquial , durante 400 años
todos los muertos de nuestro pueblo descansaban en la paz de ese sagrado lugar.
Por otro lado sabemos que en la Edad del Hierro, cuando los carpetanos habitaban nuestro término municipal, se producían los enterramientos en la denominada necrópolis del Palomar de Pintado.
Cementerio es un término castellano
que proviene de una palabra griega que
significa “sueño” o “dormir”: indica el lugar donde se duerme el sueño eterno.
También empleamos el sinónimo camposanto para definir el sitio sagrado donde
reposan los restos de nuestros seres queridos.
El cementerio es un espacio público
que tiene como función cívica rendir honores a los muertos, y la tumba es el
elemento representativo de aquellos a los que hemos perdido, nos indica dónde
está el cuerpo, a quien pertenece y nos hace recordar la imagen física del
difunto, todo ello envuelto con elementos, símbolos e imágenes religiosas y
artísticas de sosegada belleza y de estética quietud. Desde este punto de vista
el cementerio puede considerarse como un museo al aire libre en el cual puede
recrearse nuestra vista, y reconfortarse nuestros espíritus dejándonos llevar
por los senderos de ese sagrado laberinto que nos conducen a la reflexión,
principalmente sobre la fugacidad de la vida : ángeles guardianes, relojes
alados, tibias y calaveras, la guadaña, la antorcha, el ancla de salvación y
todo ello vigilado por la imperecedera sombra de los cipreses.
Así pues en esta tarde hemos
realizado un pequeño recorrido por el ámbito cementerial observando los
antiguos túmulos terrizos coronados por una
humilde cruz de madera, los cercados de hierro de las tumbas poderosamente
forjados. Nos paramos a admirar el arte de la cantería y el labrado de imágenes y bella caligrafía en las losas de
piedra desnuda, o los filigranosos perfiles vegetales o de símbolos sagrados
que pulcros artistas de Villafranca y de otros lugares manchegos estamparon
sobre las placas de mármol blanco; nos hemos parado antes las corpulentas
siluetas y la maciza arquitectura de los panteones; nos hemos emocionado,
leyéndolos en voz alta, con el dolor y sencillez de algunos epitafios. Hemos
acudido a las tumbas con las que los hijos artistas han querido homenajear a
sus difuntos padres. Y, sobre todo, hemos participado de las historias que
fueron vividas y que ahora se encierran en tan sagrado recinto.
Es una evidencia que no hay pueblo ni
ciudad que no tenga cementerio, y que éste es una institución fundamental en
cualquier sociedad.
Nuestro cementerio ha cumplido 154
años y en él se han enterrado, hasta la actualidad, a unos diez mil
villafranqueros.
Cuando vamos al cementerio acudimos a
visitar el lugar de nuestros familiares sin pararnos a mirar más allá. Con esta
visita hemos procurado pasear de tumba en tumba recordando la vida de los
difuntos para de esta manera ir forjando la memoria de la comunidad. Memoria
viva de Villafranca que es su cementerio.
Luis Oliver Mora
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