Releemos las
actas de la Junta Municipal de Sanidad[1]
de Villafranca de los Caballeros para entresacar unos hechos que merecen
destacarse por únicos y muestras de la convivencia en la localidad entre los
siglos XIX y XX. En anterior entrada hemos relatado las medidas generales que
se han aplicado durante este período. Ahora nos detendremos en acontecimientos
particulares que son consecuencia de un estado de emergencia sanitaria.
1884, la charca que no se sanea debidamente
El 10 de julio
de 1884, a causa de la viruela, el Ayuntamiento da orden de “que se extraigan
de los pozos y balsas las aguas y residuos que contienen en descomposición”
antes de tres días, llevando estos líquidos a sus propiedades o al río y se
viertan a distancia de 2 kilómetros o más. Acto seguido, los depósitos
desecados se han de sanear con cal.
Poco después
la Junta de Sanidad se entera que don Gregorio Contreras que tiene en las
traseras de su casa un depósito de alpechín[2]
que desagua vertiéndola en su propia casa o portada sita en el centro de la
población. Esta Junta apercibe formalmente a don Gregorio y le obliga a cumplir
la norma.
Gregorio
Contreras vivió en una casa con fachada al Norte de la calle Empedrada (ahora
Cervantes) con portada a la calle de la Virgen y una almazara en su interior.
Ya hemos visto que la desecación y desinfección de depósitos de aguas
estancadas dentro de la población ha sido una de las medidas más aplicadas en
épocas de emergencias sanitarias. Aunque el destino de una tierra de cultivo o
el río no parecen ahora muy aconsejables, en el siglo XIX era lo que se podía
hacer.
La cocina económica
En julio de 1887,
el alcalde de Villafranca recibe una circular reservada del gobernador civil de
Toledo con una serie de consejos que recuerdan la necesidad de mantener la
limpieza debida en las calles, lavaderos, aljibes, estanques, lagunas y pozos,
la vigilancia de los artículos de consumo y de las cañerías y las aguas
potables. El verano requiere extremar el aseo y los cuidados.
Nos llamó la
atención que junto a estos consejos, muy oportunos ante el avance del verano,
se fomenta el uso de las cocinas económicas “para que la sana alimentación que
proporcionan, sea garantía de salud para la clase pobre”.
Es necesario un nuevo matadero
La mencionada
Junta, reunida el 22 de julio de 1890, reconoce “que la localidad atraviesa un
período de salud perfecta” y por ello hace público un bando destinado a
recordar las buenas costumbres de salubridad general que ya hemos mencionado en
otras entradas, como siempre, el verano requiere de higiene meticulosa.
La Junta de
Sanidad mira un aspecto concreto:
(…) que en los corrales de las casas no haya
pudrideros ni cienos corrompidos, ordenando que la matanza diaria la hagan los
cortadores en el matadero en el momento en que se hagan los reparos que
necesita el que hay pero que por sus malas condiciones y hallarse unido al
pueblo sería un foco de infección. La Junta es de parecer que se haga presente
a la superioridad lo necesario que es hacer un nuevo matadero a distancia del pueblo,
cuyo coste ascenderá próximamente a 2500 pesetas que el municipio no puede
sufragar por carencia absoluta de fondos, y que el Estado o la provincia
debieran satisfacer para evitar cualquier caso desagradable en el momento de
una invasión epidémica. (…)
Por lo visto el matadero
municipal necesita reformas, puede ser un foco de infecciones y se necesita uno
nuevo.
En
la misma reunión, con el objetivo de actuar con eficiencia en caso de
epidemias, se acuerda dividir el pueblo y sus habitantes en dos cuarteles para
la asistencia sanitaria. Una línea invisible separaría al cuartel del Pósito
del cuartel del Ayuntamiento:
(…) queda la población dividida en dos cuarteles
del Pósito y el Ayuntamiento a cargo
el primero de don Antonio Peño Manrique con los señores don Dionisio Jiménez
Tejera, D. Bonifacio Velasco y D. Dionisio Úbeda Zurdo, estando al cuidado de
este cuartel el médico cirujano don Carlos Lara y Cappa.
El cuartel del Ayuntamiento, estará a cargo
del vocal D. Silvestre Yébenes con los señores D. Pedro Manuel Álvarez de Lara
y D. Ceferino Talavera Marchante con el médico don Enrique Ferrer y veterinario
don Juan Iznaola agregándosele además el farmacéutico don Antonio Blesa.
El cuartel del Pósito comprende hasta la
cera izquierda de la calle empedrada y desde la derecha de dicha vía empieza el
del Ayuntamiento.
Esta división permite el
funcionamiento de dos áreas sanitarias separadas e incomunicadas dentro de la
población.
Las lluvias
previas al verano de 1892 provocaron inundaciones en nuestro pueblo y la
persistencia de aguas en las cuevas de las casas. Cuando llega el verano, el 20
de julio de 1892, la Junta acuerda que es conveniente sanear las casas
“limpiándolas de las aguas corrompidas existentes en las cuevas procedentes de
la inundación”, la orden es clara:
En su vista la Junta acuerda se publique un
bando por el que se haga saber a los vecinos que en su morada tengan estos
depósitos de aguas corrompidas que en el término de tercero día desocupen o
desagüen dichos depósitos desde las diez de la noche a las tres de la madrugada
a fin de que el vecindario no perciba los miasmas que dichas aguas despidan.
La humedad sigue presente en la
segunda quincena de julio, lo que nos puede dar una idea del período húmedo que
soportaron los villafranqueros de 1892.
La niña enferma y el alcalde
El
18 de octubre de 1897, el médico don Enrique Ferrer, da parte al alcalde de un
caso de viruela encontrado en la casa Mesón,
(…) hallé una enferma como de unos 14 años
postrada en cama y atacada de viruela en el período de erupción y como este
caso puede ser como foco de origen de propagación de la enfermedad lo pongo en
su conocimiento a los efectos oportunos. (…)
Al día siguiente, el alcalde don
Braulio Marchante, informa a la Junta de Sanidad que Eugenio Avilés Estrada,
vecino de Alcázar, pidió al médico de beneficencia que reconociese a su hija de
menos de 14 años, enferma de viruela. Padre e hija vienen de Madridejos, donde
la epidemia está declarada. Los señores de la Junta, después de discutir todos
los detalles, aconsejan al alcalde que, cuanto antes, padre e hija sean
trasladados a su ciudad, Alcázar, en “un carro cómodo” y la habitación que haya
ocupado la enferma sea desinfectada.
Don
Braulio se toma su tiempo para reflexionar y pues no le parece oportuna la
expulsión de la niña en su estado. A pesar de la disposición de la mayoría de
la Junta, el 21 de octubre emite una providencia en la que reconoce su responsabilidad
en el traslado de enfermos contagiosos fuera de la población y, de acuerdo con
el médico,
(…) el Alcalde que suscribe no puede menos
de dejar en suspenso la ejecución del precedente acuerdo de la Junta Local de
Sanidad, en la parte que se refiere al traslado de la hija de Eugenio Avilés, a
la inmediata ciudad de Alcázar.
Honorable y humanitaria decisión
individual en oposición a lo ordenado por la Junta. El traslado de la joven
enferma no parecía lo más aconsejable, de acuerdo con el médico. Aunque en
descargo de la Junta hemos de reconocer que en su propuesta primó la necesidad
de eliminar cualquier riesgo de contagio en Villafranca, eso sí, mandándolo a
Alcázar.
Proyecto de barracas lazaretos
El
19 de marzo de 1909 el alcalde Emilio Fernández, da cuenta de la circular nº 23
dictada por el Gobernador Civil y publicada en el boletín nº 62. Por la cual,
en previsión de las epidemias que pudieran ocurrir, la junta tiene el deber de
designar un lugar para el emplazamiento de barracas en donde aislar los
primeros casos epidémicos y determinar la capacidad de estos locales
provisionales de acuerdo con las necesidades de la localidad.
Todos
los presentes coincidieron en que el mejor lugar sería el “alto del Santo”
situado al Norte de la población, aunque, acto seguido, desestimaron esta
posibilidad ya que ese terreno está ocupado por las eras durante el fin de la
primavera y la totalidad del verano. Buscaron otro lugar similar y decidieron
lo siguiente
(…) y quedó determinado el sitio para el
emplazamiento de los locales precitados, en lo alto que media entre camino de
Tembleque y sitio del Almagal, situado también al norte de la población en
donde dan el menor número de aires reinantes en las épocas del verano, a la vez
que se halla a la distancia cómoda de un kilómetro de la población.
Sobre
la capacidad de estos locales, con ayuda del dictamen de los médicos, se acordó
que serían suficientes dos barracas de 10 m de largo, 4 de ancho y 3 de alto.
Esta
es la única referencia a posibles barracas para infectados. No las encontramos
en actas siguientes. Parece que fue un proyecto que no se desarrolló como
tantos.
Medidas de sanidad e higiene (1924)
No pretendemos
aburrir con un listado de medidas
adoptadas ante las epidemias, ya hemos hablado suficiente en otras entradas.
Ahora explicaremos algunas que forman parte de un numeroso listado redactado en
enero de 1924.
Primero: Que se requiera a la empresa
abastecedora de aguas de esta población para que haga limpieza en los depósitos
y arquetas por lo menos cada tres meses en las épocas de Octubre a Marzo
inclusive y todos los meses en los restantes y que establezcan filtros en los
caños de salida del agua para la venta o aparatos ozonizadores en los
depósitos, debiendo hacerse el análisis de las aguas para conocer con exactitud
su potabilidad.
Segundo: Que se requiera a los aguadores
para que tengan con la mayor limpieza posible los cántaros o vasijas en que
transportan el agua tapando éstas de forma que no pueda introducirse polvo o
cualquiera otra sustancia y que acondicionen los carruajes que utilizan para
que en forma alguna pueda llegar a los cántaros las inmundicias que arrojen las
caballerías que los arrastran.
Tercero: Que se aconseje al vecindario la
conveniencia de que las aguas que se empleen para bebida sean filtradas en sus
domicilios o por lo menos (pasadas por tamiz) hervidas.
Sexta: Que el Inspector Municipal redoble la
vigilancia en el Matadero y fuera de él examinando detenidamente las reses en
vivo que hayan de ser sacrificadas no permitiendo salir del Matadero ninguna
res sacrificada sin haber sufrido el debido reconocimiento y obtenida la
autorización para dedicar sus carnes al consumo.
Séptima: Que en el Matadero se haga
diariamente limpieza de las dependencias y cuando el señor Inspector lo crea
conveniente el blanqueo con cal de las paredes.
Décimo Tercero: que en los establecimientos
públicos sitios en que se reúna bastante número de personas se prohíba escupir
en el suelo encargando el establecimiento de escupideras necesarias para el
servicio, debiendo colocarse en los centros expresados letreros prohibiendo el
escupir en el suelo.
Décima Cuarta: Que el Ayuntamiento fomente
el arbolado plantado gran cantidad en los sitios procedentes y especialmente en
la Plaza de España, saneando y urbanizando ésta sin permitir que se estanquen
en ella las aguas pluviales.
Décima Sexta: Que el pan que se ponga a la
venta esté bien cocido, obligando a los panaderos que lo lleven en recipientes
bien limpios no permitiendo que los compradores toquen otras piezas de pan que
aquéllas que adquieran que les serán entregadas por el Panadero quien deberá
llevar las manos bien limpias como igualmente los vestidos.
Es un mundo distinto del que
vivimos donde el agua ha de ser recogida en fuentes públicas y filtrada en casa,
en el matadero se debe observar una limpieza extrema, lo mismo que la panadería
y las escupideras son consideradas artículos de higiene.
En
noviembre de 1924, el gobernador civil exige un informe sobre las condiciones
de salubridad del cementerio, es la Junta Municipal de Sanidad la que lo
elabora y remite a Toledo. Extraemos algunas de sus afirmaciones:
1.- El cementerio es propiedad de
la villa, está al N de la población a 578 metros de las últimas casas.
2.- El terreno muy permeable al agua y al aire aislado de toda corriente de
agua, y los vientos de dicho sitio son los menos dominantes de la población
pues sólo se notan en invierno sin que en ninguna ocasión se haya observado que
lleven olores del Cementerio.
3.- Tiene forma de paralelogramo
con 6016 m2. Se comenzó a utilizar el 31 de mayo de 1869 con un
tercio de su superficie actual, los dos tercios siguientes se añadieron entre
1914 y 1916. Ya en 1922 estaba llena la parte nueva, teniendo que regresar a
las inhumaciones en la zona vieja, reutilizando las sepulturas más antiguas y
realojando los viejos restos en el osario.
4.- Cuenta con una capilla muy
amplia, una sala de autopsias y una parte cubierta” con bastante capacidad”.
5.- Sólo encuentran un aspecto
mejorable: el espacio dedicado al enterramiento de los no católicos. Un lugar
de 3 metros de lado, no cercado y al que se accede por la misma puerta que
todos.
6.- Concluyen que Las condiciones higiénicas del terreno en
que se halla situado el Cementerio de esta villa son inmejorables teniendo en
consideración las que reúnen los demás sitios que distan un kilómetro o más de
la población (…) Explican que no hay terrenos tan saludables como el del
actual cementerio, pues son húmedos en demasía por aguas freáticas y pluviales.
Traslado de la plaza del mercado (1930)
El 16 de
diciembre de 1930, 12 días antes de que Miguel Primo de Rivera presentase su
dimisión al rey, la Junta Municipal de Sanidad explica el traslado del mercado
de la Plaza del Directorio a la Plaza de España.
Que el mercado de abastos de este pueblo
venía de anterior celebrándose en la plaza de España que es la misma en que
actualmente se celebra, pues esta plaza es la que mejores condiciones higiénicas
reúne en la población, sin que esto quiera decir que reúna todas las que fueren
de desear, y sin motivo alguno que lo aconsejase, en octubre de 1923, el
alcalde entonces ejerciente, mirando quizá a intereses particularísimos suyos,
lo trasladó a la plaza entonces llamada de la Independencia y después del
Directorio, que reunía y reúne menos condiciones higiénicas que la de España
(…) la dicha plaza del Directorio es paso obligado de cuatro calles y que por
encima de los puestos de venta circulaban caballerías y carruages con evidente
perjuicio de la higiene, por lo cual el Ayuntamiento actual, teniendo en cuenta
estas razones, acordó el traslado desde la referida plaza del Directorio a la
de España, en la que existe actualmente (…)
Un conjunto
de historias chicas que tienen su origen en las decisiones de esa Junta
Municipal de Sanidad. Historias humanas de miedo a la infección y a la
enfermedad, testigos de la lenta mejora de las condiciones de vida de sus
vecinos.
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